domingo, 2 de diciembre de 2012

REDACCIÓN: La Educación del Filósofo y el Gobierno de la Polis.


            El origen de la filosofía platónica es ético-político: investigar los fundamentos del Estado Justo, en el convencimiento de que una justificación idéntica explicará las virtudes humanas (pues para los griegos, la dimensión ética del hombre es indisoluble de su dimensión política. El hombre, dirá Aristóteles más tarde, es un “animal político”,aludiendo con ello a la capacidad única de éste para darse a sí mismo una constitución y unas leyes).
Pero ¿cómo saber que la Polis cumple con ese ideal de justicia? ¿cómo estar seguros de que la “forma” elegida para caracterizar el Estado Justo es precisa y universalmente verdadera, indiscutible, y no sometida a los avatares del relativismo moral y el convencionalismo de los sofistas? En otras palabras, ¿cómo estar seguro de que un Estado Justo sólo puede ser de una manera?

La respuesta de Platón devuelve el aparente idealismo de su filosofía al terreno práctico: por una parte, asegurando que el gobierno esté en manos de los mejores (las “mejores naturalezas”, y no necesariamente, al menos en teoría, los mejores por su procedencia social, los aristoi o aristócratas; recordemos que Platón dice explícitamente que la riqueza más preciada no es el oro). Y por otro, ligando indisolublemente la naturaleza de la Justicia a la de la Verdad (la dimensión ético-política de la naturaleza humana a su dimensión epistemológica). Platón desplaza ahora el centro de su análisis desde la estructura del estado a la naturaleza del gobierno. Esto da a su discurso una vocación realista (Platón trató de llevar a la practica en Siracusa sus ideas sobre el Estado, con escaso éxito), aunque lo presente bajo la forma de un juego inofensivo entre Sócrates y a Glaucón.
Es en este momento cuando interviene el concepto de Educación. La educación, entendida de determinada forma (a los efectos de esta pregunta nos interesa su acepción como sinónimo de Dialéctica) será la clave, la mediación necesaria para asegurar que aquél que gobierne la Polis no pueda hacerlo de otro modo que de conforme a las ideas universales de armonía y justicia. Armonía, entendida como la perfecta integración entre las tres “clases” sociales en que Platón divide la Polis (los productores, los guerreros y los gobernantes), integración que no se concibe como participación igualitaria, sino de modo jerárquico o estatalista, como control y dirección de la clase de los gobernantes sobre las otras, y como reconocimiento y aceptación de cada uno de su lugar en el esquema, de acuerdo con las capacidades que le son naturales, y en el convencimiento de que el bien colectivo deriva precisamente de “ocupar” ese lugar y no otro. Justicia porque una Polis estructurada bajo este prisma, diríamos, organicista y estatalista, responde al único modelo de verdad posible: aquel en el que el comportamiento de cada cual es el correcto porque ha llegado al conocimiento de que así debe ser (implicación mutua epistemología-ética, conocimiento-virtud: en definitiva, el intelectualismo moral socrático convertido en eje de la justicia social). En otras palabras: quien conoce la verdad no puede obrar injustamente.
Una vez abordado el modelo político platónico, su estructura y los criterios sobre los que se asienta, nos queda, pues, entender por qué Platón concede sólo al Filósofo la potestad de gobernar la Polis. El desarrollo del argumento se corresponde con el mismo desarrollo de la Dialéctica, y no es preciso repetirlo entero, sino sólo extraer sus implicaciones con respecto a la pregunta actual. El proceso educativo, como Platón lo propone, conduce al alma a desprenderse de sus determinaciones materiales y sensibles, tanto en el plano de los deseos (apetitos, riqueza, honores, etc.) cuanto en el plano del conocimiento (elevación del alma por encima de las opiniones, abandono de las hipótesis y, finalmente, contemplación de las Ideas y razonamiento “de Idea en Idea”). Al final del proceso, que dura hasta los 35 años aproximadamente, el filósofo estará preparado para el desempeño ético, honrado y transparente de las funciones de gobierno (primero sólo funciones secundarias, mucho más tarde las auténticas competencias del gobernante), justamente porque por la naturaleza de su educación, es imposible concebir lógicamente otro interés en él que el de la Verdad en sí.
Platón cree haber dado con un modelo de gobierno que supera igualmente los errores y limitaciones de la aristocracia y la democracia, pero este modelo ideal, este gobierno de la sabiduría, ha estado reservado en el transcurso de los siglos al ámbito de la utopía.
e-IKASIA

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