sábado, 11 de mayo de 2013

El Crepúsculo de los ídolos»: crítica de la cultura occidental.



Con este título “Crepúsculo de los Ídolos” Nietzsche quiere mostrar cómo los viejos ídolos de occidente comienzan a declinar. Por ídolos, entiende Nietzsche todas las falsas creencias sobre las que se asienta la cultura europea. Comenzando por Sócrates – Platón, continuando con el cristianismo y terminando con filósofos como Descartes o Kant, y el positivismo,
Nietzsche rechaza un pensamiento que juzga terminal y al que conviene empujar definitivamente al abismo del nihilismo. La cultura occidental, según él, sintió horror al devenir de Heráclito y prefirió inventar un mundo “verdadero”, aunque fuera de nuestro alcance, como Platón, o divino, como el cristianismo, o bien, matemático al modo de Descartes, o nouménico kantiano. Todas esas formas de pensamiento metafísico responden al intento fracasado, según el pensador alemán, de alcanzar un mundo verdadero del que deducir lógicamente unas consecuencias morales. Y para eso los filósofos han destacado el valor de la razón como instrumento al servicio de una verdad, imposible para Nietzsche. De ahí que la razón sea otro de los ídolos en crepúsculo porque ella no puede justificarse a sí misma ¿quién le ha dado ese poder para entronizarse como reina del conocimiento? 


El dualismo razón – sentidos, entendimiento – sensibilidad, recorre toda la filosofía decantándose siempre, -aunque con excepciones-, por la primera. La cultura occidental ha hecho oídos sordos a Heráclito, el único que se atrevió a señalar que todo fluye y por tanto ni era, ni es posible el “ser”. O dicho de otro modo: “el ser ha dejado de ser; es una ficción vacía”. Por eso, Nietzsche arremete contra esos filósofos. Contra Platón: el Mundo de las Ideas no es absolutamente nada. Contra el cristianismo: “Dios ha muerto”, aunque en realidad nunca existió y no nos puede mandar nada. Contra Descartes y Kant: valoraron en exceso la razón y despreciaron nuevamente la experiencia de los sentidos. Contra Kant: no hay tales imperativos categóricos, pretendidamente universales, es más, Kant se volvió idiota según Nietzsche, y alega varios motivos. Por ejemplo, si Kant llevó a cabo una “Crítica de la Razón Pura” mantuvo sin embargo una ética, aunque ésta fuera meramente formal; y también, porque viendo con claridad que sólo éramos capaces del fenómeno no fue capaz de eliminar asimismo el noúmeno. 


El mundo que vieron todos estos filósofos era inmóvil cuando con toda claridad el mundo se mueve, cambia, deviene. La vida a la que aspiraban todos ellos era una vida eterna inexistente negando ascéticamente la auténtica, una vida temporal, que deviene constantemente. Al antivitalismo inmovilista de los filósofos opone Nietzsche su vitalismo irracional. Por eso les llama filósofos – momia que es lo mismo que tildarlos de muertos. Así se entiende ese crepúsculo, ese ocaso de unas creencias que decaen inevitablemente. El orden establecido dependiente de esas creencias que se juzgaban inamovibles, ha fenecido. Pero ese ocaso supone primero un vacío, el nihilismo pasivo, en el que caerán todos aquellos que perciban el sinsentido de una vida que ha dejado de tener referencias estables. Si ya no existe Dios, tampoco la moral objetiva que de Él se deriva: todo empieza a dar igual y así no se está acostumbrado a vivir. El hombre occidental está marcado por su costumbre inveterada de tener que dar cuantas a alguien, a Dios en último término. Si Dios ha muerto, al hombre no le queda otro remedio que superarse a sí mismo y convertirse en superhombre, o bien, sucumbir porque ya nadie le puede defender. En eso consiste el nihilismo activo. El hombre se ha quedado inevitablemente solo, pero puede convertirse en superhombre.


Nietzsche, poniéndose a sí mismo como médico, proclama que la cultura occidental está enferma, moribunda incluso. La autosatisfacción de esa cultura que se juzga segura toca a su fin. El clásico paso del Mito al “Logos”, que tradicionalmente marca el nacimiento de la filosofía y que supuso la razón de ser de occidente, es un auténtico fraude. Nunca se dio verdaderamente ese paso. Para Nietzsche, en realidad se pasó de un mito a otro. De un mito fantástico al mito de la filosofía o de la ciencia. Ni la filosofía ni la ciencia occidental se salvan de la acusación de míticas porque han pretendido ser verdaderas, cuando no son más que otros mitos más sofisticados. Occidente se ha creído sus propios mitos por miedo a descubrir su falsedad y comprobar que han confiado todas sus estructuras sociales y morales a un error. Pero el virus de la desconfianza en el poder de la razón ya se ha inoculado y el final de la cultura occidental ya se anuncia, anunciando además el nacimiento del superhombre. Todavía cabe convertir una vida vacía de significado por otra que sea una obra de arte. El que lo consiga será el superhombre, el hombre superador de toda moral y capaz de imponer sus valores, no porque estos sean mejores que los de los demás, sino porque son suyos. Los valores nuevos son los del superhombre fuerte, poderoso, amante del riesgo, creativo, solitario, que se mueve nada más que por la belleza.

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