En La Crítica de la razón pura
somete Kant a crítica a la razón valiéndose de la razón misma, en una situación
de examen previo a toda experiencia (razón pura). Tomando como ejemplo la
denominada «revolución copernicana», sugiere que los problemas tradicionales de
la filosofía se resuelven mejor adoptando, como hipótesis, el punto de vista de
que el conocimiento no se rige por el objeto, sino éste por el conocimiento, ya
que, aun admitiendo que todo conocimiento comienza por o con la experiencia, no
todo proviene de ella.
Por consiguiente, sólo se conoce cuando resulta posible
imponer al objeto aquellos elementos a priori, propios del sujeto, que
posibilitan un conocimiento universal y necesario. Toda la Crítica consiste en
el análisis de estos elementos a priori, llamados elementos o condiciones
trascendentales del conocimiento, a partir de los cua-les resulta posible
construir juicios sintéticos a priori, tanto en lo referente a la sensibili-dad
como en lo tocante al entendimiento. Simultáneamente, partiendo del hecho de
que existe verdadero conocimiento tanto en la matemática como en la física,
Kant analiza cómo son posibles en dichas ciencias los juicios sintéticos a
priori y si lo son también en metafísica.
El problema, en cuya base está el
nacimiento de la Crítica de la razón pura, es el siguiente: es un hecho
innegable que las denominadas ciencias puras (matemáticas y física) progresan,
mientras que, por su lado, la metafísica se ve envuelta en los mismos problemas
una vez y otra..¿Por qué? La razón era muy sencilla, todos los filósofos, en
vez de tomar como punto de partida el trabajo de sus antecesores, lo desechaban
total-mente y creaban un sistema enteramente nuevo.
¿Cuál era la razón de este estado
de cosas? En filosofía, al contrario que en física o matemáticas, no se había
alcanzado ningún principio indubitable sobre el cual construir un sistema de
conocimiento. ¿A qué era debido esto? ¿Era subsanable este problema? ¿Es el
conocimiento filosófico radicalmente distinto al de las ciencias matemáticas y
físicas o, por el contrario, puede llegar a ser algo parecido a éste? ¿Es, en
definitiva, la metafísica posible como ciencia? La respuesta, o el intento de
respuesta, a todas estas preguntas, especialmente a la última, es el origen de
la Crítica de la razón pura.
Ahora bien, responder a esta
pregunta implica conocer la respuesta a otra cuestión previa: ¿En qué consiste
la ciencia? La respuesta a esta pregunta será el tema de la Crítica de la razón
pura, la cual pretende:
1. definir en qué consiste la ciencia
y cómo se construye
2. elucidar si la metafísica
podrá alguna vez llegar a ser ciencia.
Kant renunció a salirse de los
límites del hombre. Y esto lo debe, como él reconoció, a Hume, que rompió su
sueño dogmático; pero, al mismo tiempo, le alejó también de toda posibilidad de
escepticismo. El reconocimiento de los límites no es para Kant la renuncia a
fundamentar la validez del conocimiento y de las manifestaciones del hombre,
sino más bien la necesidad de establecer el valor del mismo. Los análisis de
los empiristas ingleses pusieron ante los ojos de Kant que la metafísica era
una ciencia limitativa y negativa, y le llevaron a cimentar una metafísica
entendida como crítica de la razón: el valor del conocimiento humano se funda
en sus mismos límites.
La ciencia es un modo de
conocimiento racional, es decir, un conocimiento producido por la razón.
Preguntarse por la ciencia es preguntarse por la razón.
Tratando de encontrar nuestras
facultades de conocimiento podemos determinar qué podemos conocer y cómo es
posible el conocimiento, definir qué es ciencia y elucidar si la metafísica
llegará alguna vez a serlo. Realizar tal búsqueda supone avanzar en tres
direcciones:
1. Kant se propone describir las
facultades que componen la Razón y los meca-nismos básicos de su actividad
2. Se propone determinar los
límites de la Razón: ¿hay alguna cosa que no pueda conocerse?, ¿Hay alguna cosa
sobre la que no puede haber ciencia?
3. Se propone revelar cómo surge
la ciencia. El conocimiento científico es una actividad mental que el hombre
expresa a través del lenguaje. Cada saber se ma-nifiesta como un uso del
lenguaje, y cada tipo de conocimiento se expresa, por tanto, en un lenguaje
propio y diferenciable.
La filosofía kantiana está a
mitad de camino entre el racionalismo y el empirismo; es, de hecho, una
reacción contra los excesos de uno y otro; más bien, lo que hay que hacer es
llevar al terreno de la reflexión y convertir en problema a la razón misma.
Kant, en cualquier caso habla de
juicios, y dentro de los juicios establece las siguientes distinciones:
• Los juicios se pueden dividir,
por un lado, en analíticos y sintéticos.
• Los juicios se pueden dividir,
por otro lado, en a priori y a posteriori
En todos los juicios en los que
se piensa la relación entre un sujeto y un predicado … tal relación puede tener
dos formas: o bien el predicado B pertenece al sujeto A como algo que está
(implícitamente) en el concepto A, o bien B se halla completa-mente fuera del
concepto A … En el primer caso llamo al juicio analítico; en el se-gundo,
sintético (A 6-7/B 10)
Es decir, los juicios analíticos
aclaran el sentido de los términos, pero no dan ninguna otra información; por
el contrario, los juicios sintéticos aportan información.
Por ejemplo, un juicio analítico
sería “Todos los solteros son no casados”. En este juicio se nos aclara el
sentido de la palabra soltero, pero no se nos dice nada nuevo, porque el
concepto de soltero está incluido en (es idéntico a) el concepto de persona no
casada.
Un ejemplo de juicio sintético sería
“Un día lluvioso es un día frío”. Este juicio aporta nueva información, porque
no hay nada en el concepto de día lluvioso que nos lleve al concepto de día
frío; de hecho, hay días fríos que no son días lluviosos.
Los juicios, además, pueden ser a
priori y a posteriori.
Un juicio a priori es
indepen-diente de la experiencia, mientras que un juicio a posteriori es aquel
que depende de la experiencia. Un ejemplo del primer tipo sería: “un triángulo
euclidiano equiángulo ne-cesariamente ha de ser equilátero”, y un ejemplo del
segundo tipo sería: “todo cuerpo desprovisto de soporte cae”.
Si mezclamos ambas
clasificaciones tenemos los siguientes tipos de juicios:
• sintéticos a posteriori:
dependen de la experiencia y amplían nuestro conoci-miento. (“Ayer llovió”)
• sintéticos a priori: no
dependen de la experiencia pero amplían nuestro cono-cimiento. (“La línea recta
es la distancia más corta entre dos puntos”)
• analíticos a priori: no
dependen de la experiencia ni amplían nuestro conoci-miento. (“No puede ser que
llueva y no llueva a la vez”)
• analíticos a posteriori:
dependen de la experiencia y no amplían nuestro conocimiento. Son, obviamente,
imposibles, pues ningún juicio analítico puede de-pender de una experiencia
previa.
Kant critica a la metafísica
anterior el no haber ofrecido mas que juicios analíticos de la forma “Todos los
cuerpos son extensos”. Tales proposiciones son necesarias y universales, pero
solo contienen análisis explicativos de conceptos, no amplían de ningún modo
nuestros conocimientos, cosa que sí hace, por otra parte, la ciencia. Por
tanto, al menos una cosa es clara: la ciencia, en cuanto es capaz de ampliar
nuestros conocimientos, no consta de juicios analíticos.
¿Cuales son, por tanto, los
juicios de la ciencia? Sólo nos quedan dos posibilidades: la ciencia ha de
constar necesariamente de juicios sintéticos a priori o bien de juicios
sintéticos a posteriori.
Los juicios sintéticos a
posteriori son juicios que tienen su base única y exclusivamente en la experiencia
(sólo un modo tenemos de saber que ayer llovió, y es acudiendo a la
experiencia). Ahora bien, tomando como base la experiencia, ya lo dejó claro
Hume, jamás podremos construir leyes universales y, sin embargo, la ciencia
consta de proposiciones universales.
Por tanto, los juicios que
componen la ciencia son juicios sintéticosa priori.
Sintéticos porque amplían nuestro
conocimiento; a priori porque son independientes de la experiencia y sólo así
podemos construir proposiciones universales.
Tenemos ya, por tanto, la
respuesta a nuestra primera pregunta, aquella que decía: ¿qué es la ciencia?.
La ciencia es un conglomerado de
juicios sintéticos a priori.
Esta respuesta es una síntesis de
empirismo y racionalismo. Del empirismo coge la idea de que la ciencia trata
del mundo de la experiencia; no trata, por tanto, de meros concep-tos, sino de
algo que está más allá de los conceptos. Kant acepta, por tanto, el lema
empirista de que “todo conocimiento comienza con la experiencia”.
Ahora bien, ¿basta con quedarnos
en la experiencia? La respuesta es que no, porque en la experiencia no hay
necesidad; sin embargo, esta necesidad sí que existe en la naturaleza y es
reflejada por las ciencias naturales. Por ejemplo, la experiencia no ofrece
necesidad alguna, pero el principio de causalidad es necesario; de donde se
sigue que el principio de causalidad no se origina en la experiencia. ¿Dónde se
origina entonces? En nuestra mente; y es, por tanto, independiente de la
experiencia. Esto lo resume Kant en la siguiente frase:
Todo nuestro conocimiento
comienza con la experiencia, pero no todo él procede de la experiencia
En efecto, todo nuestro
conocimiento comienza por la experiencia porque, sin ella, no puede despertarse
la facultad de conocer; ahora bien, la experiencia sólo nos muestra un caos de
sensaciones que en sí mismas, aisladas, no tienen ningún sentido. Es la mente
la encargada de dotar de sentido a estas sensaciones, aportando unos principios
generales a los que estas sensaciones aisladas han de someterse; estos
principios generales son los elementos a priori del conocimiento.
PUBLICADO POR MJ GRANELL
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