En
nuestro sistema educativo se da por supuesto que la responsabilidad
de la enseñanza recae sobre el profesor más que sobre los padres; y
en el caso de los niños disléxicos, se suele derivar hacia el
especialista (psicólogo, pedagogo, logopeda o profesor
especializado). Esto no es así, puesto que en todos los casos, y
mucho más en el de los niños disléxicos, sin el apoyo directo de
la familia, va a resultar
muy difícil que el alumno salga adelante.
El
papel más importante que tienen que cumplir los padres de los niños
disléxicos quizás sea el de apoyo
emocional y social. Aunque
es muy difícil, hay que evitar que la ansiedad de los padres aumente
los problemas del niño, incrementando su angustia y preocupación y
generando dificultades emocionales secundarias.
Los
padres (y todos los que se relacionan con él o ella) deben dejar muy
claro al niño que puede
tener éxito, para
que no tenga miedo a
intentarlo.
Es
importante desarrollar la
autoestima a todos los
niveles. Puede hacerse dispensando al niño consideración positiva
incondicional, en especial cuando se siente decaído o fracasado. Es
fundamental evaluarlo con su propio nivel, esfuerzo y rendimiento. La
dificultad radica en no pasar a la sobreprotección. Pero la guía es
tener clara la escala de valores en la que se desenvuelve el niño,
la situación de partida, el esfuerzo realizado.
Otro
aspecto a tener en cuenta son las dificultades
prácticas asociadas con la
dislexia: confusiones con las horas del día, equivocaciones respecto
del lugar donde se colocan las cosas, tendencia al desorden,
facilidad para distraerse, torpeza en ocasiones, dificultad en el
cumplimiento de las instrucciones, etc. Todas ellas son conductas de
por sí enervantes, sólo la información precisa de lo que significa
e implica la dislexia los podrá ayudar a sobrellevar su vida diaria.
Cuando comprendan qué puede y qué no puede hacer el niño en cada
momento podrán relajarse y atenderlo en lo que más le convenga. Con
un disléxico hay que aprender a convivir.
Además,
los padres pueden tener en ocasiones un papel
directo de enseñantes.
Esto depende en buena medida del tipo de relación que haya entre
padres e hijos y del tipo de formación académica de cada cual.
En
este punto, y aunque cada estructura
familiar es particular, y
lo ideal es que ambos progenitores compartan la carga de las tareas;
no obstante, y sin ánimo de generalizar, habría que mencionar dos
realidades bastante comunes: La
persona que suele encargarse directamente
de los deberes y que se implica más a fondo puede sentirse
desbordada por el sobreesfuerzo y los escasos resultados que obtiene.
Lo
mejor es buscarle al
niño un profesor de apoyo,
para liberar a ese padre de la inmensa carga que lleva a cuestas,
por lo menos algún día a la semana.
Un
consejo que puede resultar más útil de lo que aparentemente parece
es el aprendizaje, por parte de los padres, de técnicas
naturales de relajación.
Hacerlas con el niño, además de eliminarle a él ansiedad, algo muy
común en los disléxicos, ayudará también a los padres a compartir
momentos muy íntimos con el hijo, a la vez que les proporciona
también a ellos tranquilidad.
En
todo caso, hay que tomarse el tiempo necesario para escuchar al niño.
Habría que aprovechar los momentos tranquilos para darles la
oportunidad de contar lo ocurrido ese día o para hacernos partícipe
de lo que le preocupa. Compartir
los problemas con alguien
que escucha con simpatía hace que parezcan mucho menos graves.
Sean
los padres, sea el profesor de apoyo, su tarea consistirá en:
- Ayudarle a organizar el orden del trabajo a desarrollar (empezar con las asignaturas de dificultad superior, después las más sencillas para él y, finalmente, las más mecánicas). Tener siempre en cuenta:
-
Lo que es para el día siguiente y lo que no.
-
Las tareas que en los siguientes días no se podrán hacer por causa
de las extraescolares.
-
Los exámenes programados (nunca se pueden dejar para el último día,
porque carecen de memoria a corto plazo).
-
Las tareas de larga duración (lectura de libros, trabajos, etc.).
- Dejarle solo en lo que pueda hacer de manera autónoma, pero estar a su lado en lo que no. Tiene que saber que estamos ahí, por si nos necesita.
- No dudar de poner notas justificativas cuando alguna tarea es inasequible o absurda para él (lecturas largas con poco tiempo, copiar lecciones, copiar reiterativamente palabras erróneas, etc.) o, si sabemos que le acarrearía consecuencias indeseadas, hacérsela directamente nosotros.
- Leer con él los libros y otras tareas que le han dado, o leérselos directamente. Es importante que aprenda y se entere de lo que lee, por lo tanto habrá que explicarle el significado de las palabras nuevas y lo que está pasando en el texto.
- Si resulta demasiado complicado utilizar diccionarios y agendas convencionales o si se pierde demasiado tiempo, habrá que explorar y enseñarle a utilizar instrumentos electrónicos como las agendas electrónicas y los correctores de ortografía o los diccionarios y los calendarios informáticos.
- La actitud de los padres debe basarse en el sentido común. Si el niño hace una pregunta sobre ortografía o gramática cuando está escribiendo, se le da la respuesta y que siga con su tarea. Esto también es válido para las matemáticas; los niños disléxicos a menudo tienen problemas con la memoria repetitiva. Mejor darle la respuesta si se ve que el niño sabe hacer el cálculo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario