lunes, 13 de octubre de 2014

PAUTAS PARA LA FAMILIA DE ALUMNOS CON DISLEXIA.



En nuestro sistema educativo se da por supuesto que la responsabilidad de la enseñanza recae sobre el profesor más que sobre los padres; y en el caso de los niños disléxicos, se suele derivar hacia el especialista (psicólogo, pedagogo, logopeda o profesor especializado). Esto no es así, puesto que en todos los casos, y mucho más en el de los niños disléxicos, sin el apoyo directo de la familia, va a resultar muy difícil que el alumno salga adelante.
El papel más importante que tienen que cumplir los padres de los niños disléxicos quizás sea el de apoyo emocional y social. Aunque es muy difícil, hay que evitar que la ansiedad de los padres aumente los problemas del niño, incrementando su angustia y preocupación y generando dificultades emocionales secundarias.
Los padres (y todos los que se relacionan con él o ella) deben dejar muy claro al niño que puede tener éxito, para que no tenga miedo a intentarlo.
Es importante desarrollar la autoestima a todos los niveles. Puede hacerse dispensando al niño consideración positiva incondicional, en especial cuando se siente decaído o fracasado. Es fundamental evaluarlo con su propio nivel, esfuerzo y rendimiento. La dificultad radica en no pasar a la sobreprotección. Pero la guía es tener clara la escala de valores en la que se desenvuelve el niño, la situación de partida, el esfuerzo realizado.
Otro aspecto a tener en cuenta son las dificultades prácticas asociadas con la dislexia: confusiones con las horas del día, equivocaciones respecto del lugar donde se colocan las cosas, tendencia al desorden, facilidad para distraerse, torpeza en ocasiones, dificultad en el cumplimiento de las instrucciones, etc. Todas ellas son conductas de por sí enervantes, sólo la información precisa de lo que significa e implica la dislexia los podrá ayudar a sobrellevar su vida diaria. Cuando comprendan qué puede y qué no puede hacer el niño en cada momento podrán relajarse y atenderlo en lo que más le convenga. Con un disléxico hay que aprender a convivir.
Además, los padres pueden tener en ocasiones un papel directo de enseñantes. Esto depende en buena medida del tipo de relación que haya entre padres e hijos y del tipo de formación académica de cada cual.
En este punto, y aunque cada estructura familiar es particular, y lo ideal es que ambos progenitores compartan la carga de las tareas; no obstante, y sin ánimo de generalizar, habría que mencionar dos realidades bastante comunes: La persona que suele encargarse directamente de los deberes y que se implica más a fondo puede sentirse desbordada por el sobreesfuerzo y los escasos resultados que obtiene. 
Lo mejor es buscarle al niño un profesor de apoyo, para liberar a ese padre de la inmensa carga que lleva a cuestas, por lo menos algún día a la semana.
Un consejo que puede resultar más útil de lo que aparentemente parece es el aprendizaje, por parte de los padres, de técnicas naturales de relajación. Hacerlas con el niño, además de eliminarle a él ansiedad, algo muy común en los disléxicos, ayudará también a los padres a compartir momentos muy íntimos con el hijo, a la vez que les proporciona también a ellos tranquilidad.
En todo caso, hay que tomarse el tiempo necesario para escuchar al niño. Habría que aprovechar los momentos tranquilos para darles la oportunidad de contar lo ocurrido ese día o para hacernos partícipe de lo que le preocupa. Compartir los problemas con alguien que escucha con simpatía hace que parezcan mucho menos graves.
Sean los padres, sea el profesor de apoyo, su tarea consistirá en:
  • Ayudarle a organizar el orden del trabajo a desarrollar (empezar con las asignaturas de dificultad superior, después las más sencillas para él y, finalmente, las más mecánicas). Tener siempre en cuenta:
- Lo que es para el día siguiente y lo que no.
- Las tareas que en los siguientes días no se podrán hacer por causa de las extraescolares.
- Los exámenes programados (nunca se pueden dejar para el último día, porque carecen de memoria a corto plazo).
- Las tareas de larga duración (lectura de libros, trabajos, etc.).
  • Dejarle solo en lo que pueda hacer de manera autónoma, pero estar a su lado en lo que no. Tiene que saber que estamos ahí, por si nos necesita.
  • No dudar de poner notas justificativas cuando alguna tarea es inasequible o absurda para él (lecturas largas con poco tiempo, copiar lecciones, copiar reiterativamente palabras erróneas, etc.) o, si sabemos que le acarrearía consecuencias indeseadas, hacérsela directamente nosotros.
  • Leer con él los libros y otras tareas que le han dado, o leérselos directamente. Es importante que aprenda y se entere de lo que lee, por lo tanto habrá que explicarle el significado de las palabras nuevas y lo que está pasando en el texto.
  • Si resulta demasiado complicado utilizar diccionarios y agendas convencionales o si se pierde demasiado tiempo, habrá que explorar y enseñarle a utilizar instrumentos electrónicos como las agendas electrónicas y los correctores de ortografía o los diccionarios y los calendarios informáticos.
  • La actitud de los padres debe basarse en el sentido común. Si el niño hace una pregunta sobre ortografía o gramática cuando está escribiendo, se le da la respuesta y que siga con su tarea. Esto también es válido para las matemáticas; los niños disléxicos a menudo tienen problemas con la memoria repetitiva. Mejor darle la respuesta si se ve que el niño sabe hacer el cálculo.


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