Crecimiento económico y transformaciones sociales
1.
EL RETRASO EN LA MODERNIZACIÓN DEMOGRÁFICA
1.1
El crecimiento moderado de la población
La población española creció lentamente durante el siglo
XIX: de unos 10,5 millones en 1800 a 18,6 millones en 1900. Este moderado
crecimiento demográfico revela el atraso económico de España respecto a los
países de la Europa occidental. Hasta principios del XX se mantuvo una alta
tasa de mortalidad (del 29 por mil en 1990), alta mortalidad infantil (en torno
al 250 por mil) y una baja esperanza de vida (en 1900 34,8 años) excepto en
algunas regiones como Cataluña. Estas altas tasas de mortalidad obedecían a la baja
productividad agrícola (que como en siglos anteriores seguían provocando
hambrunas y periódicas crisis de subsistencias), y a las enfermedades
epidémicas (fiebre amarilla y cólera) y endémicas (tuberculosis, viruela,
tifus, sarampión, etc.), agravadas por las pésimas condiciones higiénicas,
1.2
La emigración
El crecimiento, aunque modesto, provocó superpoblación dadas
las malas condiciones económicas señaladas antes. Por ello la emigración
exterior fue importante. Entre 1830 y 1880 dirigida hacia el Norte de Africa
(Argelia), y a partir de entonces una muy fuerte corriente de emigración a
América que, entre 1882 y 1899, ascendió a un millón de personas.
1.3
Distribución geográfica
Se consolidó la tendencia del desplazamiento de población
hacia la periferia, mientras que el centro, a excepción de Madrid, perdió peso
sobre el total nacional. Paralelamente se inicia el proceso de urbanización y
el consiguiente éxodo campo-ciudad, aunque a un ritmo bastante lento. Todavía
en 1900 dos tercios de la población española era rural y sólo dos ciudades,
Madrid y Barcelona, tenían más de 500.000 habitante.
2.
EL SECTOR AGRARIO.
La agricultura seguía siendo la principal actividad económica,
ocupaba a dos tercios de la población y proporcionaba más de la mitad de la
renta nacional.
2.1
La reforma agraria liberal
Entre 1836 y 1837 Mendizábal emprendió la desamortización
eclesiástica, la abolición de los señoríos y la desvinculación de los
mayorazgos. La Ley General de Desamortización de Madoz (1855) completó esta
tarea con las tierras propiedad del Estado y de los municipios (bienes de propios y comunes de los pueblos).
La reforma agraria liberal no sirvió para crear una clase numerosa
de medianos propietarios. Los grandes propietarios y arrendatarios rurales, junto
a los nuevos terratenientes urbanos, fueron los verdaderos beneficiados por las
desamortizaciones. En amplias regiones de Extremadura y Andalucía surgió un
nuevo latifundismo aún más poderoso. La propiedad agraria se concentró y muchos
pequeños arrendatarios, cuyas condiciones de contrato fueron revisados y
endurecidas por los nuevos propietarios, se vieron convertidos en jornaleros o
braceros, sin tierras ni propiedad ni arriendo.
2.2
Las causas de un crecimiento agrario moderado
Las dificultades para el crecimiento de la producción
agrícola obedecían tanto a los factores naturales como a los socioeconómicos. La
aridez y la pobreza de la mayor parte del suelo, la altitud y el relieve eran
fuertes obstáculos físicos a la modernización de la agricultura y las innovaciones
técnicas fueron escasas. El sistema de cultivo mayoritario seguía siendo el
barbecho. Predominaban aún el arado romano y los aperos de labranza
tradicionales; la siembra se hacía a brazo; la siega se realizaba con la hoz,
etc.
Las novedades más importantes se realizaron en el litoral
valenciano, con el avance de cultivos hortícolas y frutícolas, y sobre todo el
de los cítricos. En algunos regadíos del interior se introdujo el cultivo de la
remolacha azucarera. Las islas Canarias se especializaron en los cultivos del
plátano, tomate y tabaco. Asimismo, se extendió el cultivo de la vid, de las almendras
y de la explotación del corcho, obtenido del alcornoque.
El claro, aunque moderado incremento de la producción
agrícola se debió fundamentalmente a la puesta en cultivo de nuevas tierras,
esto sí gracias a la desamortización. La superficie cultivada crece en diecinueve
millones de hectáreas a lo largo del siglo. La vid triplica su extensión, el cereal
la duplica Similar evolución presentó el cultivo del olivar en Andalucía, Aragón
y Cataluña. La ganadería se vio afectada por las medidas desamortizadoras que
favorecieron la extensión de los cultivos a expensas de los pastos. Decayó la
ganadería extensiva y trashumante del ovino, aunque aumentó el ganado porcino y
el equino (caballos y mulas utilizados para el laboreo del campo).
3.
El RETRASO DE LA INDUSTRIALIZACIÓN
La industrialización se hizo a ritmo lento y solo en algunas
regiones: Cataluña, Asturias y el País Vasco.
3.1
Las fuentes de energía y la minería
La escasez de recursos energéticos y al alto precio del carbón fueron decisivos en el retraso
de la industrialización. Los yacimientos de carbón presentaban graves problemas:
sus capas eran irregulares y delgadas lo que dificultaba la mecanización de su
extracción, las reservas eran escasas y de mala calidad.
Por el contrario España disponía de importantes recursos de
minerales metálicos (hierro, cobre, plomo, mercurio y cinc), pero su
explotación permaneció estancada por falta de capital y de conocimientos técnicos.
La Ley de Minas de 1868 que concedía importantes ventajas a los concesionarios
de la explotación de las minas, y la demanda internacional desató, en el último
cuarto del siglo XIX, una auténtica fiebre minera que benefició a grandes
empresas extranjeras -británicas, francesas, alemanas-. La explotación del hierro cuyos yacimientos se hallan en
Málaga, Santander y, sobre todo, Vizcaya, fue reducida hasta los años 1870. A
partir de esa fecha, la difusión del convertidor Bessemer para fabricar acero incrementó
la demanda de mineral, lo que benefició a economía vizcaína. Los beneficios se
reinvirtieron en la industria y en la banca. El plomo, el cobre y el mercurio,
abundantes en el sur y suroeste peninsular, se explotaron casi exclusivamente
con tecnología y capital extranjeros.
3.2
La industria textil
El despegue se produjo en Cataluña y en el sector del
algodón. En 1833, la fábrica de los Bonaplata en Barcelona instaló las primeras
máquinas de vapor. Se suelen distinguirse dos etapas en el crecimiento de los
textiles catalanes. Una primera de importante expansión aunque limitada por lo
reducido del mercado interior y la escasa capacidad competitiva de los paños
catalanes en los mercados internacionales debido a sus altos precios. La Guerra
de Secesión de Estados Unidos[1]
redujo la importación de la materia prima y potenció la crisis del 1866-1867. A
partir de 1870 se da una nueva fase de expansión gracias a una política
proteccionista y la concesión en exclusiva del mercado cubano. Con la
independencia de Cuba y Puerto Rico la producción se estancó. La industria
lanera de gran tradición en Castilla y la industria sedera valenciana y murciana
perdieron su importancia.
3.3
La siderurgia
El primer intento de instalar una moderna siderurgia en
España se produce en Málaga, para explotar los yacimientos ferrosos de
Marbella. Allí se construyen en 1832 los primeros altos hornos. En los años
1860 decayó la siderurgia andaluza debido a que su fundición con carbón vegetal
no podía competir con la de los altos hornos con carbón mineral. La sustituye Asturias,
con el mineral de la cuenca del Nalón. En 1868 la zona asturiana de Mieres-La
Felguera representaba el 46 por cien de la producción nacional.
A partir de 1880 el protagonismo pasa a la siderurgia vasca,
beneficiada porque a su mineral de hierro une la disponibilidad del coque
inglés y el capital acumulado por su minería. En 1902 se fusionaron las tres mayores
compañías en la gran sociedad Altos
Hornos de Vizcaya que producirá mas del 60% del hierro español.
3.4
Otras industrias
El desarrollo de la siderurgia permitirá la aparición de una
industria metalúrgica de transformación, aunque de reducidas dimensiones. Surge
en Cataluña con la fundación de la empresa Maquinaria Terrestre y Marítima en
1855, pero dependiente siempre del abastecimiento de acero bilbaíno acabará
localizándose allí. El País Vasco se convirtió en el centro principal de la
metalurgia pesada, material ferroviario y de buques, con empresas como la
Sociedad Española de Construcción Naval (1909), todas amparadas por la política
proteccionista.
Quedan por mencionar las industrias alimentarias: harinera
(Valladolid), vinícola (Jerez, Rioja…), pasera (Alicante), aceitunera,
azucarera (Granada), de conservas de pescado (Vigo), corcho (Cataluña).
4.
Los TRANSPORTES
Los progresos de las carreteras fueron insuficientes a pesar
del notable programa iniciado a partir de 1840, que permitió contar con una red de 36.000 km. El transporte fluvial
era casi inexistente dada la naturaleza de los ríos. El marítimo experimentó un
progreso considerable gracias a la mejora de los puertos y a la introducción de
la máquina de vapor.
Pero la auténtica revolución de los transportes fue el
ferrocarril. La primera ley de 1844 pero
hasta 1855 solo se construyeron 475 km. (Barcelona-Mataró, Madrid-Aranjuez).
Además el ancho de vía se estableció en 1,67 m., mayor que la norma europea. El
impulso vino con la Ley General de Ferrocarriles de 1855. El Estado otorgó una
serie de ventajas económicas a las empresas constructoras, garantizaba una rentabilidad mínima del 6% y
la libre importación de material para el ferrocarril. En 1900 la red de
ferrocarriles alcanzó 14.245 km. El impacto de la construcción del ferrocarril
fue limitado para la economía española. No movió el desarrollo de la siderurgia
y de las industrias mecánicas puesto que
hasta 1891 se permitió la libre importación de todo el material ferroviario. Aunque
incrementó de forma importante la demanda de carbón y dio lugar a la creación
de unos 125.000 empleos fijos. También se dieron otras mejoras importantes en
las comunicaciones como el tendido del telégrafo y la organización del servicio
postal.
5.
El COMERCIO
A comienzos del siglo XIX, el mercado interior español estaba constituido por una serie de
mercados regionales casi aislados entre sí. Ello explica que existiese una
considerable diferencia entre los precios en las regiones interiores y en las
regiones costeras. El ferrocarril introdujo un cambio notable abaratando y
homogenizando el precio de las mercancías.
El comercio exterior tuvo que adaptarse a la pérdida del mercado
colonial, centrando su actividad principal en los países de la Europa
occidental (Gran Bretaña y Francia principalmente). La estructura comercial era
típica de un país semidesarrollado: las exportaciones de alimentos y minerales
representaban casi los dos tercios del total, y se importaban materias primas
industriales (como algodón en rama, carbón, hierro), bienes de equipo y
productos industriales.
6.
BANCA Y DINERO
La Ley de sociedades
anónimas de crédito y la Ley de
Bancos de emisión permitieron el desarrollo del sistema financiero. A partir
de 1856 se fueron constituyendo los primeros bancos, Banco de Málaga, Banco de
Sevilla, Banco de Valladolid, Banco de Santander, Banco de Bilbao, etc. Uno de
los hechos más relevantes fue la adjudicación al Banco de España, nueva
denominación que sustituía a la de Banco de San Fernando, del monopolio de
emisión de billetes. También se modernizó el sistema monetario estableciendo en
1868 una nueva unidad monetaria, la peseta,
dividida en céntimos, que sustituyó al antiguo real.
7.
LA REFORMA DE HACIENDA
En 1845 se estableció un nuevo sistema tributario basado en
impuestos directos (como la contribución territorial y la contribución
comercial e industrial) e indirectos. La contribución territorial recaía sobre
la propiedad agrícola y la urbana, pero sólo suponía entre un 20 y un 30% de lo
recaudado aunque ambas representaban más de la mitad de la renta nacional. La contribución
comercial e industrial no representó más de un 6%. La mayor parte del
presupuesto provenía de los impuestos indirectos, entre lo que destacaron los
odiados consumos, con cerca del 12 por cien de los ingresos, el arancel sobre
las aduanas y los monopolios o estancos (tabacos, sal, loterías).
8.
PROTECCIONISMO Y LlBRECAMBISMO
Durante el siglo XIX los gobiernos y la opinión pública se debatieron
entre una política proteccionista de aranceles elevados y una librecambista de
aranceles bajos. Los proteccionistas, principalmente los industriales del
algodón de Cataluña, agrupados en la asociación Fomento del Trabajo Nacional,
adujeron que la protección era imprescindible para el desarrollo de la
industria nacional frente a la competencia extranjera, sobre todo inglesa. Los
librecambistas, comerciantes, exportadores de productos agrarios y compañías de
ferrocarriles crearon la Asociación para la Reforma de los Aranceles y tuvieron
amplio apoyo en las masas populares urbanas.
9.
LA SOCIEDAD LIBERAL: CAMBIOS Y PERMANENCIAS
9.1
El grupo dominante: nobleza y burguesía.
En la nueva sociedad liberal no se produjo la total
sustitución de la antigua élite política y económica (la nobleza) por una nueva
(la burguesía), sino que ambas se fusionaron dando lugar al nuevo grupo
dominante en la España del siglo XIX. Con el Estado liberal la nobleza
tradicional perdió parte de su poder político al desaparecer el régimen
señorial, pero acrecentó su predominio económico gracias al enorme patrimonio
inmobiliario conseguido con la Desamortización. En general, esta clase no
participó en el mundo de lo negocios ni en el desarrollo de los nuevos sectores
de la economía española: bolsa, ferrocarriles, industria, sino que mantuvo su
comportamiento tradicional de vivir de rentas y conservar una fuerte
influencia política gracias a su presencia en el Senado, en el ejército y,
sobre todo, en la Corte. Esta nobleza tradicional se amplió con una nueva nobleza
nutrida de la burguesía enriquecida y de los altos cargos de la administración
liberal a los que se concedió un relevante número de títulos en pago a sus
servicios políticos y financieros.
La alta burguesía española estará formada por un
conglomerado de grandes propietarios rurales y urbanos, empresarios,
especuladores y comerciantes enriquecidos con la compra de propiedades
desamortizadas, que reside en la capital y que no es un hombre de negocios
emprendedor sino que vive de las rentas de la tierra, de los préstamos al
Estado, de la especulación en Bolsa, y de la especulación inmobiliaria, aprovechando
el ensanche de las ciudades. Sólo a fines del siglo XIX surgirá —en Asturias,
Cataluña o el País Vasco— una autentica burguesía empresarial.
9.2
Las clases medias
Las clases medias engloban a medianos y pequeños
comerciantes, miembros de las profesiones liberales (abogados, notarios,
médicos), profesionales de la administración (jueces, profesores, militares¼),
funcionarios y pequeños propietarios urbanos, y en el mundo rural, los medianos
propietarios y arrendatarios. Se trata de un sector muy reducido en la España de
la época.
9.3
Las clases populares: artesanos, obreros y
jornaleros
Dado el escaso nivel de industrialización las capas
populares urbanas estaban nutridas principalmente de artesanos, pequeños
comerciantes y un elevado número de mujeres dedicadas al servicio doméstico.
La clase obrera industrial,
todavía minoritaria en la segunda mitad de siglo, se concentraba en Barcelona,
en la industria algodonera, y en Vizcaya, en la moderna siderurgia Sus
condiciones de vida experimentaron una lenta mejoría desde el último tercio
del siglo XIX, pero se mantenía la inestabilidad en el empleo, la falta de
asistencia en casos de accidentes, invalidez o vejez, o el hacinamiento de la
vivienda.
La mayoría de la población española era la población rural,
de campesinos con escasas tierras o jornaleros. La disolución de los señoríos no alteró la estructura de la propiedad y la vieja nobleza conservó sus
tierras. Como hemos visto en amplias zonas de España la reforma agraria
liberal despejó a muchos campesinos de tierras que sus antepasados cultivaban
desde hacía siglos y sus condiciones de vida empeoraron aún más al privarles del
disfrute de los bienes comunales. Además, el crecimiento demográfico disminuyó
el tamaño de las propiedades.
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