1.
Introducción.
A lo largo de los siglos XIV y XV se produce en toda Europa una revolución
cultural que determinó un cambio radical en la orientación del pensamiento. La
grandes síntesis medievales se rompen y nace una cultura que
pretende recuperar los valores de la tradición clásica. La Edad Media concebía
toda la realidad creada orientada hacia una finalidad última de carácter
trascendente. Dios, como aspiración última, era lo que dotaba de unidad
tanto al pensamiento como a la acción. Así, la armonía entre razón y fe en el
ámbito filosófico encontraba su traducción práctica en una ética que, asumiendo
las virtudes del mundo clásico, culminaba en la doctrina teológica de la
elevación sobrenatural del hombre.
El Renacimiento se caracteriza por un giro radical en este
modo de concebir la realidad. No es que se niegue la existencia de Dios; es
más, la mayoría de los pensadores siguen siendo creyentes, pero pierde el papel
rector que hasta entonces había tenido. El hombre busca emanciparse de todo lo
que pueda interpretarse como una coacción
externa en la búsqueda de un desarrollo autónomo de todas sus capacidades.
Con estas premisas, emerge el «humanismo» bajo la
inspiración de que «el hombre es la medida de todas las
cosas». La ya conocida tesis de Protágoras se interpreta en el sentido de que
la humanidad posee poder para determinar su vida sin dependencia alguna. Por
ello, el individuo comienza a adquirir un nuevo protagonismo. La «gloria» como
expresión de la conquista personal de nuevas metas se convierte en el motor de
las acciones. El ideal del humanismo renacentista es el individuo capaz de
brillar en todas las dimensiones, el hombre con una
fuerza capaz de realizar obras que desafiaran a la historia, al tiempo.
Pero se tomó conciencia de que su naturaleza humana, finita
y débil, no podía ser la fuente de las energías necesario para ello, y comenzó
a buscar en la naturaleza aquello que deseaba. El Mundo Antiguo la había
venerado como el arché en el que todo tenía su origen y su sentido, y el
redescubrimiento de los textos clásicos alimentó tal esperanza. El mito del Anima
Mundi platónico, según el cual la naturaleza es un ser vivo animado
por un alma con
la que el hombre puede entrar en comunión, cobra una vigencia arrolladora. Y de
este modo, el «naturalismo panteísta» pasa a ser una doctrina común en la nueva
clase intelectual.
En el estudio de la naturaleza, comenzó el hombre moderno a
percibir que las leyes que regulaban los fenómenos coincidían de un modo exhaustivo
con las de su razón. Y a partir de ahí, concluyó que su razón era el
tribunal último al que se debía someter todo aquello que aspirara a tener rango
de realidad. En términos filosóficos, esto es el nacimiento del
«racionalismo». La sede de la razón es la conciencia, y por
consiguiente ésta pasa a ser el espacio por el que ha de transitar la realidad
amoldándose al criterio que ella le imponga.
Un hecho histórico de capital
importancia en esta exaltación de la conciencia individual fue la Reforma.
Lutero, como Ockham, parte de la omnipotencia divina como telón de
fondo en el que ha de situarse el hombre. Mortalmente herido por el pecado, el
ser humano es incapaz de realizar obras que le garanticen la salvación, pero
Dios, porque así lo desea, lo salva, y la certeza de que, a pesar de ser
pecador, ha sido redimido, la alcanza en la relación directa con Dios. Así, la
Reforma profundiza en la conciencia personal como epifanía del misterio, como
lugar en el se descubre al Dios salvador. De este modo, y de forma paradójica,
racionalismo y protestantismo coinciden en situar al individuo en el centro de
la realidad. La filosofía
que vamos a estudiar se construye a partir de estos presupuestos.
1.
Su vida.
Para muchos historiadores es el verdadero iniciador de la
filosofía moderna, aunque siempre es difícil determinar con exactitud el
fin de una era y el comienzo de otra nueva. Nació en Francia en 1596, y al ser
de
familia noble pudo estudiar en uno de los mejores centros del momento: el
colegio de la Flèche de los jesuitas. Allí entró en contacto con la filosofía
escolástica, de la que más tarde dijo que dejaba insatisfecho su espíritu al
dar por supuestas numerosas cuestiones sin una demostración previa. Y fue
precisamente esta inquietud intelectual la que le llevó a buscar el ideal
renacentista de un método científico capaz de dar cuenta de toda la realidad.
Tras sus primeros estudios, se alistó en el ejército de
Mauricio de Massau, osteriormente pasó por varios ejércitos, y durante el servicio
en uno de ellos descubre lo que iba a ser la clave de su filosofía: la certeza
del cogito. Durante algunos residió en París, donde entró en contacto con las
grandes figuras intelectuales del momento. Después se trasladó a Suecia,
invitado por la Reina Cristina para dar clases. Pero para su desgracia, ésta
quería que las clases se dieran a las cinco de la madrugada, lo que hizo que
contrajera una pulmonía de la que murió en 1650, aunque hay quien afirma que
fue asesinado.
Sus obras más importantes son elDiscurso del Método (1637), Meditaciones
Metafísicas (1641), Los
Principios de la Filosofía (1644),
el Tratado del Mundo, cuya publicación fue
suspendida tras la condena de Galileo, y el Tratado del Hombre (1677). Otra de
especial importancia es Reglas para la dirección del
espíritu que, aunque
fue compuesta en 1628 no fue publicada hasta 1671
2. El método.
Como acabamos de indicar, Descartes asumió el ideal
renacentista de la búsqueda de un «saber universal». Se intentaba
alcanzar una ciencia con la que pudiera abordarse la investigación de cualquier
aspecto de la realidad, con la confianza en que el cosmos poseía una
estructura única que el hombre podía descubrir con su potencia
cognitiva. El problema era establecer el proceso a través del cual penetrar en
ella. Descartes, siguiendo una tendencia propia de la época, toma como
modelo la geometría, pues veía en ella un medio tanto de
descubrimiento como de demostración. A la luz de ello, y después de varios
proyectos, elabora unas reglas que, en su sencillez,creía que podían dirigir el
entendimiento en cualquiera de las direcciones por las que deseara transitar.
En el Discurso del
Método las estructura
del siguiente modo:
A) Duda metódica. Se propone Descartes partir desde cero, y no
aceptar como verdadero nada de lo que se pudiera dudar. Se trata de
la suspensión del juicio que ya vimos que practicaban los filósofos académicos.
Piensa, en primer lugar, que se puede dudar de todo lo que nos ofrecen los
sentidos, pues se tiene la experiencia de a veces engañan. Por
consiguiente, no pueden constituirse en criterio de verdad. Del mismo modo, la
imaginación también puede jugarnos malas pasadas; de hecho, a veces
confundimos la vigilia con el sueño (la experiencia de una pesadilla es
prueba de ello). Es posible, por lo tanto, dudar de la realidad misma. Tampoco
la lógica matemática es garantía, pues aunque el entendimiento crea seguir
sus reglas de un modo escrupuloso y exacto, ¿quién nos
garantiza que no hay un «genio maligno» que nos confunde y nos hace ver como
coherente aquello que no lo es?
Llevando la duda hasta sus últimas consecuencias, Descartes parece
encerrado en un callejón sin salida. Sin embargo, encuentra algo que lo
saca de ella. Es posible, sostiene, poner en tela de juicio todo lo que pasa
por los sentidos, por la imaginación, y por el entendimiento, pero de lo
que no se puede dudar es de la propia existencia, pues incluso para dudar
es necesario existir. Y como dudar es una forma de pensar, formula el
descubrimiento del siguiente modo: cogito ergo sum (pienso, luego existo).
Esta proposición se presenta al espíritu como una verdad que se
puede afirmar con una certeza absoluta. Puede tomarse, por lo tanto, como
modelo desde el que buscar nuevas verdades. Pero para ello es necesario
analizarla desvelando sus caracteres internos. Veámoslos. En primer lugar,
es una verdad a la que no se llega mediante una operación lógica, sino que
la mente la percibe de forma inmediata. Es decir, es una «intuición», un
conocimiento directo, sin mediaciones. Esta intuición se presenta al
espíritu con una «claridad» completa, esto es, de un modo
presente y manifiesto. Y se percibe con absoluta «distinción», lo que, en el
sistema cartesiano, significa que se impone de una forma tan precisa y
diferente que no deja lugar a la confusión. En conclusión: se trata de
una «intuición clara y distinta».
B) Análisis. Una vez establecido el criterio de verdad, se trata
de dividir cualquier dificultad hasta reducirla a elementos que puedan ser
objeto de una «intuición clara y distinta».
C) Síntesis. Los elementos más simples, que son intuidos con
claridad y distinción, hay que volver a estructurarlos de modo que vuelvan a
constituir la unidad de aquello que antes resultaba confuso. En esto
consiste la «deducción». Ahora, tras el análisis y la consiguiente
deducción a partir de los elementos simples, el todo se volverá también
transparente al entendimiento.
D) Enumeración. Se trata de enumerar cada uno de los pasos
dados para estar seguros de no haber omitido nada.
Cree Descartes que siguiendo estas reglas la razón puede
avanzar con paso firme en la investigación de la realidad. Pero no se
puede pasar por alto que en el método descrito la verdad queda encerrada en una
conciencia
que sólo tiene evidencia de sus contenidos; es decir, hay que explicar cómo de
la certeza subjetiva sobre las intuiciones se pasa a la afirmación de la
realidad exterior al propio sujeto. Descartes lo hace a partir de la idea
de Dios.
3. Res infinita o divina.
El método condujo a Descartes a la certeza de la propia
existencia, a la que llegó mediante el análisis de los contenidos de la
conciencia. A esta primera realidad evidente la llamó res
cogitans (cosa
pensante), pues la conciencia se define fundamentalmente como «razón».
Pero, ¿existe alguna realidad fuera de yo? Descartes pretende demostrarlo
a partir del análisis de la res cogitans.
El cogito nos suministra la evidencia de una existencia,
pero imperfecta. En efecto, el hecho mismo de dudar nos sitúa ante una
deficiencia y, por consiguiente, ante una imperfección, pues la duda es
expresión de una limitación. Pero si se comprende la imperfección es
porque se posee la idea de «perfección» con arreglo a la cual se puede
decir que algo es deficiente. Dicho de otro modo: si reconocemos algo como
imperfecto es porque lo comparamos con un modelo perfecto. Pero, continúa
Descartes, si la conciencia no tiene experiencia de nada
perfecto, ¿de dónde proviene esta idea? Sólo puede tener su origen en un ser
perfecto que la ha puesto en la mente del ser humano.
Una vez establecida la idea de un ser perfecto, Descartes
recurra al argumento ontológico para demostrar su existencia. La idea de
un ser perfecto implica su existencia, pues de lo contrario le faltaría una
perfección: la existencia. A este ser le llama res
divina (cosa divina).
Se suele afirmar que la idea de Dios la entiende Descartes
como una idea innata; es decir, una idea que no ha sido elaborada por el
sujeto, sino que se halla en él desde su nacimiento. Es una cuestión muy
debatida, pero la mayoría de los críticos entienden que se trata de lo que
podríamos denominar un «innatismo virtual». Con esto se quiere indicar que no
se trata de que todos los seres humanos posean en su mente la idea con absoluta
claridad y distinción, sino que está potencialmente en la conciencia, y se
despierta con alguna experiencia. Junto a las ideas innatas, distingue
Descartes ideas «adventicias», que son las que tienen su origen en el exterior,
y las «facticias»,
que son la construidas por la mente.
Descartes concibe la substancia al modo clásico como
«aquello que subsiste por sí mismo». Por eso, en sentido estricto sólo
Dios es sustancia. La res cogitans lo es, pero en sentido análogo, pues en
realidad subsiste en Dios.
4. Res extensa.
Así pues, ya se tiene certeza de la existencia de yo y de
Dios, pero ¿y el mundo material? Descartes demuestra su existencia
partiendo de la res divina. Dios ha puesto en el hombre la inclinación a
atribuir la causa de nuestras impresiones a la realidad material. Y como
es Dios es perfecto, no puede engañarnos, luego la materia ha de ser
una substancia real (en sentido análogo).
Lo que caracteriza a la materia es que posee una extensión;
por eso Descartes la denomina res extensa. Esta materia se halla en un
movimiento continuo, que no puede tener su origen en ella misma, pues en sí es
inerte. Es Dios quien imprime el movimiento, y a partir de ese primer
impulso todo en ella se desarrolla de un modo mecánico.
El ser humano, en cuanto compuesto de alma y cuerpo, es un
compuesto de res cogitans y res extensa. Esto, obviamente, suscita un
problema, pues por una parte está sometido al mecanicismo de los procesos
materiales, y por otra ha de gozar de la libertad de la res cogitans. El
fondo de la cuestión es: ¿cómo pueden interactuar ambas
substancias? Descartes no solucionó el problema. Aunque es verdad que creyó que
en una parte del cerebro (en la glándula pineal) se unían espíritu y
materia, no explicó cómo, con lo que el problema queda intacto.
Otros racionalistas como Leibniz, Wolff, y Malebranche,
intentaron solucionarlo recurriendo al denominado «ocasionalismo», según
el cual los actos del alma son una ocasión para que Dios produzca un movimiento
en el cuerpo, y al contrario: las afecciones del cuerpo son una ocasión
para que produzca una alteración en el alma. En
cualquier caso, es una cuestión no resulta, pero abandonada, pues la
antropología posterior abandonó el dualismo alma-cuerpo, en favor de la
unidad sustancial del ser humano.
Glosario.
Certeza. Persuasión
absoluta y fuera de toda duda.
Claridad. Cualidad
de las intuiciones en las que el objeto se percibe de un modo presente y
manifiesto.
Distinción. Cualidad de las ideas que se presentan
de tal modo que no puede dar lugar a confusión.
Intuición. Es el
conocimiento inmediato de la realidad. En Descartes, al contrario que en
Ockham, la intuición que tiene más importancia es la intelectual.
Método. Conjunto de reglas que conducen a la
razón al conocimiento cierto.
Racionalismo. Corriente filosófica que concibe a la
razón como el único medio de conocimiento, confiando en su ilimitado poder
http://filosofiayliteratura.jimdo.com/tema-10/
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