1.
Los problemas económico-sociales del Antiguo
Régimen.
El siglo XVIII empezó con la muerte sin
descendencia del último de los Austrias españoles, Carlos II. La sucesión al
trono se planteó como un problema internacional que afectaba a la Europa del
momento.
El conflicto sucesorio que se suscitó, se
resolvió en el ámbito internacional, con la denominada Guerra de Sucesión, que
entronizó la dinastía borbónica en España. Los
principales candidatos a ocupar el trono eran Felipe de Anjou (nieto de Luis
XIV de Borbon) y el Archiduque Carlos de Habsburgo (hijo del Emperador de
Austria). El testamento de Carlos II designaba como sucesor a Felipe de Anjou,
que subirá al trono como Felipe V. Este hecho provocó la hegemonía de los
Borbones en Europa, llevando a una alianza de Gran Bretaña, Holanda y Portugal
(Alianza de La Haya), que declararon la guerra a España y
Francia. La paz se firmó en el Tratado de Utrecht, que reconocía a Felipe V
como rey de España pero renunciando a su derechos sobre
la Corona de Francia.
La entronización de la dinastía francesa de
los Borbones significó la implantación del absolutismo monárquico como forma de
gobierno propia del Antiguo Régimen. Los gobiernos de los primeros Borbones
españoles se caracterizaron por la aplicación de un conjunto de reformascomo
fueron los Decretos de Nueva Planta con Felipe V. Sin embargo, en los reinos de
la Corona de Aragón, País Vasco y Navarra se habían conservado instituciones
propias y un cierto grado de autonomía respecto al poder central; con la
introducción del absolutismo desaparecieron estos límites: el rey era el único
depositario de la soberanía por delegación
divina.
La España de principios
del siglo XVIII se caracterizaba por una economía
rural y señorial, una sociedad estamental y una estructura política dominada
por la monarquía absoluta. Este sistema político, económico y social fue denominado
Antiguo Régimen.
Nos encontramos con una sociedad estamental caracterizada por
la desigualdad jurídica y la escasa movilidad social. La nobleza y el clero
eran los estamentos legalmente privilegiados que poseían la tierra, fuente de
la riqueza y el poder, no pagaban impuestos y ocupaban los cargos públicos.
Por su parte, el clero atesoraba cuantiosos
bienes y casi la mitad de la propiedad territorial. La nobleza y la Iglesia
eran titulares de un gran número de señoríos jurisdiccionales.
El tercer estamento no privilegiado lo
constituían grupos sociales con actividades y situaciones económicas muy
diversas, recayendo sobre ellos el peso de los impuestos. El campesinado (la
inmensa mayoría) se encontraba, aún, sometido al régimen señorial y le mantenía
en los límites de la supervivencia.
La agricultura
tradicional (80% de la población) era la principal fuente de riqueza, y estaba
condicionada por el régimen de propiedad y explotación. Gran parte de las
tierras eran grandes latifundios mal aprovechados o sin cultivar, tierras
amortizadas de la nobleza y la Iglesia (no se podían vender, comprar ni
repartir, siempre vinculadas a sus propietarios). Además, nobleza y clero
recibían, a través de impuestos, sustanciosos ingresos que no utilizaban para
renovar las técnicas y aumentar la productividad de la agricultura.
Había campesinos propietarios con una
situación económica difícil por los impuestos y derechos señoriales que tenían
que pagar. Los arrendatarios o apareceros dedicaban la mayor parte de la
producción a pagar las rentas. Pero, eran los jornaleros quienes tenían las
condiciones más duras.
Esta estructura agraria impedía el acceso a la
propiedad de la tierra y contribuía a mantener el atraso técnico y la escasa
rentabilidad.
La industria
tradicional, el taller artesanal, continuaba sometido al régimen gremial que
controlaba la producción y los precios.
2.- Las contradicciones de la Monarquía
Absoluta. La crítica de los Ilustrados .
El reformismo borbónico ofrece en conjunto un
balance positivo: mejoró el funcionamiento de la Administración, impulsó el
desarrollo de la industria y el mercado colonial e intentó reformar la
agricultura.
Se crearon las Sociedades Económicas de Amigos
del País, que fomentaron la economía, la industria y el comercio, y difundieron
las ideas científicas, fisiocráticas y liberales.
Entre estas reformas podemos incluir las movimientos
ilustrados de Carlos III con los ministros Campomanes, Floridablanca,
Jovellanos y Olavide. Destacaron como medidas la expulsión de los jesuitas, la
reforma educativa, la declaración de honestas a todas profesiones, y en el
terreno económico tales como:
o
La limitación de los privilegios de la Mesta.
o
Libre circulación de mercancías en el interior de España.
o
Apoyo a la actividad industrial, y aranceles a las
importaciones.
o
Moderación impositiva para fomentar la producción.
No obstante, las cuestiones más graves
quedaron sin resolver: no se modificó el poder de la nobleza, la propiedad de
la tierra siguió en manos de la minoría privilegiada y el mercado interior
siguió siendo casi inexistente.
El límite del reformismo ilustrado estaba en
no atentar contra el poder económico y social de los privilegiados, ya que el
fundamento de la monarquía absoluta se asentaba sobre la desigualdad legal de
sus súbditos. Estos estamentos son
el fundamento de la misma monarquía absoluta que estaba favoreciendo el cambio
social y económico del país, con lo cual, las reformas tenían como límite el
mismo sistema que estaban intentando transformar.
Un grupo de pensadores como Aranda, Olavide,
Floridablanca, Campomanes y Jovellanos, mostraron su preocupación por la
difusión de las ideas científicas y la modernización de la educación. Pusieron
especial interés en la renovación de la instrucción pública.
Las críticas
de los ilustrados se centraron en el mal reparto de las tierras
amortizadas, en las desigualdades en el pago de los impuestos y en las
discriminaciones que suponía el sistema gremial
3.- El impacto de la
Revolución Francesa. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.
Carlos IV accedió al trono, pretendiendo
continuar las reformas del ilustrado Floridablanca. Pero, la situación cambió
pronto: por una parte, el estallido de la Revolución Francesa provocó el temor en las clases
dirigentes españolas. Por otra parte, también se iniciaron ciclos de epidemias
y malas cosechas, desembocándose en una crisis de subsistencia.
Además de esa fuerte crisis socioeconómica, se
vivió una mala política exterior y una grave crisis de Estado que supondría el
destronamiento del monarca y la invasión francesa.
Ante el miedo a que se extendiera la
Revolución, Floridablanca llevó a cabo una fuerte política represiva. Cerró las
fronteras, rompió las relaciones con Francia y censuró las publicaciones.
La muerte del rey francés en la guillotina
provocó que el gobierno de España, dirigido desde finales
de 1792 por Manuel Godoy, se uniera a la coalición de monarquías absolutistas
europeas. Estalló así un conflicto, la Guerra de la Convención, que terminó con
las derrotas militares que obligaron a Godoy a firmar la Paz de Basilea (1795).
Ya un año más tarde, Godoy firmó el Tratado de San Ildefonso, ante el constante
peligro de invasión francesa, en el cual se establecieron acuerdos de auxilio
mutuo. España quedaría definitivamente subordinada a los
intereses políticos franceses.
La proclamación de Napoleón como emperador
(1804) repercutió negativamente. España tuvo que
intervenir en una nueva guerra contra el Reino Unido, perdiendo la armada en
Trafalgar (1805), hecho que afectó profundamente al comercio (descenso de los
ingresos) y provocó un gran malestar social.
Dicho malestar afectó a todos los estamentos.
Las clases bajas sufrían miseria; el clero se vio afectado por las medidas
desamortizadoras; la aristocracia no aceptaba a Godoy. Se creó, pues, una
actitud hostil hacia Carlos IV y el gobierno de Godoy.
Napoleón presionó con el objetivo de conseguir
el apoyo español para invadir Portugal. Así, se firmó el Tratado de Fontainebleau.
Pero, la realidad fue que Napoleón utilizó el tratado para invadir la
Península.
La ocupación francesa desencadenó una larga guerra por la independencia,
aliándose España con Portugal y Reino Unido. La ocupación
sentó las bases de un sentimiento nacional y favoreció las transformaciones
políticas, aunque los intentos de instaurar un régimen liberal acabaron
fracasando.
Godoy pretendió trasladar la Corte a Sevilla,
pero en Aranjuez tuvo que hacer frente a un motín instigado por los partidarios
de Fernando VII. Finalmente, Carlos IV abdicó a favor de su hijo Fernando VII.
La crisis política fue aprovechada por
Napoleón para dominar España: convocó a los monarcas en
Bayona (Francia) para hacerlos renunciar a la Corona de España
en su favor, siendo cedida por Napoleón a su hermano José Bonaparte. La
ocupación extranjera provocó la insurrección popular del 2 de Mayo de 1808 en
Madrid, duramente reprimida por las tropas francesas.
La negativa de la mayoría de la población a
acatar la soberanía francesa, provocaron la formación de las Juntas, en la
Península, en los territorios insulares y en las colonias. Eran organismos de
ámbito local (juntas locales) y provincial (juntas supremas provinciales) con
la voluntad de expulsar al ejército francés y restituir el trono a Fernando
VII.
Inicialmente, las Juntas actuaban
independientemente en su ámbito territorial, pero pronto se constituyó una
Junta Suprema Central Gubernativa formada por delegados de las juntas
provinciales.
El pueblo luchaba por el retorno de Fernando
VII. Defendían un sistema político tradicional, basado en el absolutismo y la
religión católica. No existía un apoyo popular generalizado a los ideales
liberales defendidos en la Revolución Francesa.
La Junta Suprema Central refugiada en Cádiz se
disolvió debido a sus problemas internos. En su lugar, los miembros más
conservadores consiguieron que se nombrase una Junta de Regencia como gobierno
provisional: esta Junta fue la que reunió unas Cortes en Cádiz.
La elección de diputados no fue la propia de
un régimen constitucional, puesto que muchas demarcaciones electorales estaban
ocupadas por las tropas francesas. Esta situación favoreció la concentración de
liberales en las Cortes, aunque no existiera en realidad una gran implantación
del liberalismo en España.
Así pues, los liberales lograron imponer sus
principios y las Cortes se autoconstituyeron en Asamblea Nacional
Constituyente, asumiendo la soberanía nacional. Esta asamblea elaboró la
Constitución de 1812 y propuso reformas a todos los niveles. Se trataba de un
proyecto liberal por el que España se convertiría en una
monarquía parlamentaria y se eliminarían las estructuras sociales y políticas
del Antiguo Régimen.
Se aprobaron algunos decretos de carácter liberal,
aunque la obra más importante de estas cortes fue la redacción de una
Constitución, que recogía los principios básicos de un régimen liberal:
·
Se basaba en la soberanía nacional y en la división de poderes.
·
Reconocía la igualdad y garantizaba las libertades, excepto la
de culto (catolicismo como religión única).
·
Proponía una monarquía constitucional.
Estableció unos decretos que garantizaban la
libertad de prensa y la abolición de la Inquisición. También se aplicó el
liberalismo económico, suprimiéndose las aduanas interiores, los gremios y los
señoríos feudales. Se inició una moderada desamortización de los bienes
eclesiásticos.
La labor legislativa de Cádiz no tuvo una
aplicación práctica; en realidad, la composición de las Cortes no reflejaba la
sociedad española del momento. Así pues, Fernando VII no tuvo dificultades para
derogar la obra legislativa de Cádiz y restaurar el absolutismo cuando recuperó
el trono en 1814.
4.- Revolución liberal y reacción
absolutista. El reinado de Fernando VII.
Con la firma del Tratado de Valençay (1813),
Fernando VII recuperó el trono de España.
El nuevo rey no juró la Constitución de Cádiz
sino que restauró el absolutismo. Las potencias europeas se unieron en una
coalición, la Santa Alianza; así pues, Fernando VII contó con un importante
apoyo para enfrentarse al liberalismo.
Fernando VII entró en España
el 22 de Marzo de 1814 con un gran apoyo popular, ya que significaba el fin de
la guerra y la esperanza de la recuperación del país. La población seguía
confiando en el absolutismo; de modo que, ante el apoyo de la mayoría de la
población y de los sectores más conservadores, reflejado en el Manifiesto de
los Persas, el rey se impuso como autoridad absoluta: disolvió las Cortes, suspendió
la Constitución y los decretos liberales e inició una época de represión
política.
Este régimen no ayudó al país a recuperarse de
la grave situación económica. Los intentos reformistas fracasaron, en buena
parte por la ineptitud de los ministros, pero también por la reducción de las
rentas del Estado y por el hecho de que la nobleza y el clero dejaran de pagar
impuestos. Por otra parte, la independencia de las colonias americanas también
afectó a la economía. Esta inestabilidad originó pronunciamientos
protagonizados por militares afines a la ideología liberal, para intentar
cambiar el sistema político.
Entre 1820 y 1823 tiene lugar el llamado Trienio Liberal. El comandante Rafael
del Riego y el coronel Antonio Quiroga, proclamaron la Constitución de 1812.
Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución y a convocar las Cortes.
En este momento, se recuperó parte de la
legislación liberal de Cádiz. También se organizó la milicia nacional.
Estos nuevos intentos de reforma política
fueron un fracaso por diferentes factores:
·
La minoría liberal no contaba con apoyo popular.
·
En el sistema no se definían claramente las funciones y el poder
del rey y del gobierno.
·
La oposición absolutista fue constante.
·
La oposición de los campesinos también fue intensa.
A pesar de estas tensiones internas, el
principal motivo del fin del trienio liberal fue la intervención militar
extranjera. La revolución liberal española provocó insurrecciones en algunos
países europeos, lo que empujó a las potencias de la Restauración a intervenir.
Finalmente, fue un ejército francés, los Cien Mil Hijos de San Luis, el que
derrocó el régimen liberal y restauró el absolutismo.
Entre 1810 y 1824, España
perdió su imperio de ultramar, excepto Cuba, Filipinas y Puerto Rico, que
conservó hasta 1898. Esta pérdida de las colonias supuso la pérdida de un gran
mercado, la desaparición de los ingresos fiscales y el fin del estatus de
potencia internacional. Las causas de dicha pérdida de las colonias, se debió
al vacío de poder que provocó la inestabilidad política y a la mala gestión de
los ministros de Fernando VII.
La dura represión llevada a cabo contra los
liberales en la última década
del reinado de Fernando VII le valió la denominación de ominosa. Fue un período de depuración
política, con numerosas ejecuciones como la de Rafael del Riego, la de Mariana
Pineda…; por otra parte, el rey tuvo que hacer ciertas concesiones: unas
reformas administrativas, que fracasaron. Este absolutismo moderado le comportó
la oposición tanto de los liberales como de los realistas o absolutistas más
intransigentes.
En este clima de tensión política, los
realistas empezaban a reclamar la corona para Carlos María Isidro de Borbón;
pero, el nacimiento de Isabel II en 1830 cambió la situación. El rey aprobó una
Pragmática Sanción para anular la Ley Sálica; de este modo, anulaba las
pretensiones sucesorias de su hermano.
La oposición de los absolutistas partidarios de Carlos María, llamados
carlistas, empujó a Fernando VII a apoyarse en los reformistas y en los
liberales moderados para asegurar el trono a su hija, la futura Isabel II. Se
inició un duro enfrentamiento entre carlistas e isabelinos, que desembocó en la
llamada primera guerra carlista cuando se produjo la muerte del rey. Este
primer enfrentamiento carlista supuso el final definitivo del sistema
absolutista.
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