El origen de la filosofía platónica es ético-político: investigar los fundamentos del Estado Justo, en el convencimiento de que una justificación idéntica explicará las virtudes humanas (pues para los griegos, la dimensión ética del hombre es indisoluble de su dimensión política. El hombre, dirá Aristóteles más tarde, es un “animal político”,aludiendo con ello a la capacidad única de éste para darse a sí mismo una constitución y unas leyes).
Pero ¿cómo
saber que la Polis
cumple con ese ideal de justicia?
¿cómo estar seguros de que la “forma” elegida para caracterizar el Estado Justo
es precisa y universalmente verdadera, indiscutible, y no sometida a los
avatares del relativismo moral y el convencionalismo de los sofistas? En otras
palabras, ¿cómo estar seguro de que un Estado Justo sólo puede ser de una
manera?
La respuesta
de Platón devuelve el aparente idealismo de su filosofía al terreno práctico: por una parte, asegurando que el gobierno esté en manos de los mejores
(las “mejores naturalezas”, y no necesariamente, al menos en teoría, los
mejores por su procedencia social, los aristoi
o aristócratas; recordemos que Platón dice explícitamente que la riqueza más
preciada no es el oro). Y por otro,
ligando indisolublemente la naturaleza de la Justicia a la de la Verdad (la dimensión
ético-política de la naturaleza humana a su dimensión epistemológica). Platón
desplaza ahora el centro de su análisis desde la estructura del estado a la naturaleza
del gobierno. Esto da a su discurso una vocación realista (Platón trató de
llevar a la practica en Siracusa sus ideas sobre el Estado, con escaso éxito),
aunque lo presente bajo la forma de un juego inofensivo entre Sócrates y a
Glaucón.
Es en este
momento cuando interviene el concepto de Educación.
La educación, entendida de determinada
forma (a los efectos de esta pregunta nos interesa su acepción como
sinónimo de Dialéctica) será la clave, la mediación
necesaria para asegurar que aquél que gobierne la Polis no pueda hacerlo de
otro modo que de conforme a las ideas universales de armonía y justicia. Armonía, entendida como la perfecta
integración entre las tres “clases” sociales en que Platón divide la Polis (los productores, los
guerreros y los gobernantes), integración que no se concibe como participación
igualitaria, sino de modo jerárquico o estatalista, como control y dirección de
la clase de los gobernantes sobre las otras, y como reconocimiento y aceptación
de cada uno de su lugar en el esquema, de acuerdo con las capacidades que le
son naturales, y en el convencimiento de que el bien colectivo deriva
precisamente de “ocupar” ese lugar y no otro. Justicia porque una Polis estructurada bajo este prisma, diríamos, organicista y estatalista, responde al único modelo de verdad posible: aquel en
el que el comportamiento de cada cual es el correcto porque ha llegado al
conocimiento de que así debe ser (implicación mutua epistemología-ética,
conocimiento-virtud: en definitiva, el intelectualismo
moral socrático convertido en eje de la justicia social). En otras
palabras: quien conoce la verdad no puede obrar injustamente.
Una vez
abordado el modelo político platónico, su estructura y los criterios sobre los
que se asienta, nos queda, pues, entender por qué Platón concede sólo al
Filósofo la potestad de gobernar la Polis.
El desarrollo del argumento se corresponde con el mismo
desarrollo de la Dialéctica,
y no es preciso repetirlo entero, sino sólo extraer sus implicaciones con
respecto a la pregunta actual. El proceso educativo, como Platón lo propone,
conduce al alma a desprenderse de sus determinaciones materiales y sensibles,
tanto en el plano de los deseos (apetitos, riqueza, honores, etc.) cuanto en el
plano del conocimiento (elevación del alma por encima de las opiniones,
abandono de las hipótesis y, finalmente, contemplación de las Ideas y
razonamiento “de Idea en Idea”). Al final del proceso, que dura hasta los 35
años aproximadamente, el filósofo estará preparado para el desempeño ético,
honrado y transparente de las funciones de gobierno (primero sólo funciones
secundarias, mucho más tarde las auténticas competencias del gobernante),
justamente porque por la naturaleza de
su educación, es imposible concebir lógicamente otro interés en él que el
de la Verdad
en sí.
Platón cree
haber dado con un modelo de gobierno que supera igualmente los errores y
limitaciones de la aristocracia y la democracia, pero este modelo ideal, este
gobierno de la sabiduría, ha estado reservado en el transcurso de los siglos al
ámbito de la utopía.
e-IKASIA
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