martes, 22 de enero de 2013

La Guerra Civil española (1936-1939)


El alzamiento triunfó en la España de predominio agrario, como Galicia y el valle del Guadalquivir,
mientras fracasaba  en la España más industrializada del este o del norte. En Madrid y Barcelona el alzamiento fue derrotado y duramente reprimido. No había unanimidad entre los conspiradores acerca de lo que se pretendía hacer una vez que el golpe hubiera triunfado. El general Mola quería establecer una dictadura militar para frenar la revolución y, tras un tiempo, volver a la República o a la Monarquía. Los monárquicos y la CEDA deseaban la vuelta a la Monarquía alfonsina; los falangistas un régimen a la italiana.

1.    La internacionalización del conflicto

Sin la masiva ayuda extranjera, la guerra de España no hubiese durado más de medio año por la escasez de material militar y de repuestos en los dos bandos. Pero aunque Francia y Gran Bretaña auspiciaron la creación de un Comité de No Intervención del que formaron parte 30 países, las intervenciones fueron frecuentes.
El bando nacionalista recibió ayuda de Italia y Alemania pagadera en materias primas, hierro, cobre, plomo, mercurio, pieles, lanas, etc. de los que andaba necesitada la industria de guerra alemana. Alemania envió su Legión Cóndor, 6.000 asesores militares, tanquistas y aviadores. Italia 40.000 soldados del CTV (Corpo di Truppe Volontarie). Portugal proporcionó unos millares de combatientes (los Viriatos); Irlanda envió la Legión de San Patricio.
La República recibió ayuda de material militar de la URSS y en menor cantidad de Francia y México. La ayuda soviética tuvo que ser pagada con el oro del Banco de España, el llamado «oro de Moscú» (510 toneladas con un valor de 530 millones de dólares). A cambio los soviéticos impusieron a sus consejeros que jugaron un papel destacado en la organización del ejército, aumentaron  la influencia del Partido Comunista y lograron la eliminación de enemigos políticos del estalinismo, como ocurrió con el secuestro, tortura y asesinato del líder del POUM, Andrés Nin. La ayuda humana llegó a través de los 60.000 voluntarios de las Brigadas Internacionales. Su base de entrenamiento fue Albacete y fueron distribuidos en brigadas formadas por batallones que solían agrupar a los soldados de cada país. Su intervención ayudó a detener al ejército nacional a las puertas de Madrid en el otoño de 1936. Fueron retirados a finales de 1938.

2.    Las operaciones militares

2.1    Los inicios del conflicto: el avance hacia Madrid

Después de cruzar el Estrecho, las tropas de África, legionarios y regulares, consiguieron enlazar con la zona sublevada del norte tras ocupar Badajoz. En septiembre, Franco ocupó Toledo, y puso fin al cerco de su Alcázar, donde resistían unos centenares de militares sublevados con sus familias. A finales de octubre se hallaba ya a las puertas de Madrid.
La conquista de la capital podía ser inminente por lo que el 29 de octubre se decretó la movilización general para salvar Madrid. El gobierno republicano se trasladó a Valencia. Madrid quedó en manos de una Junta presidida por el general Miaja, y la defensa de la capital se encomendó al comandante Rojo. Miles de hombres y mujeres fortificaron los accesos y el interior de la ciudad. Nacían consignas que se hicieron míticas como "No pasarán" y "Madrid, tumba del fascismo". En noviembre se recibieron los refuerzos de las primeras Brigadas Internacionales y de la columna anarquista Libertad, al mando de Durruti.

2.2    Las batallas en torno a Madrid

Fracasado el intento de entrar en la capital, los sublevados emprendieron dos maniobras envolventes para aislar Madrid, la batalla del Jarama, en febrero de 1937, que ambos bandos calificaron de victoria propia, y la batalla de Guadalajara, marzo de 1937, en la que las tropas fascistas italianas sufrieron una espectacular derrota. Fue la primera victoria republicana de importancia.
Franco decidió entonces cambiar la estrategia de la guerra: abandó el ataque a Madrid y trasladó la lucha al norte. En abril la aviación alemana e italiana realizó el primer bombardeo aéreo de la historia sobre una población civil, Guernica (Vizcaya), con muchas víctimas. Bilbao fue ocupada en el mes de junio. La República, para aliviar la presión militar en el norte, desencadenó el ataque a Brunete, cerca de Madrid, y más tarde a Belchite, junto a Zaragoza, pero estas ofensivas, convertidas en batallas de desgaste, no consiguieron evitar que las tropas de Franco entrasen primero en Santander y luego en Asturias. Toda la franja norte quedaba en manos de los rebeldes.

2.3    El avance hacia el Mediterráneo

El ejército republicano intentó tomar la iniciativa desencadenando una ofensiva en Teruel en el invierno de 1937-1938. Tras una gran batalla los republicanos consiguieron ocupar la ciudad pero en febrero se vieron obligados a abandonarla. El ejército de Franco desencadenó entonces la campaña de Aragón y, atravesando el Maestrazgo, llegó al Mediterráneo por Vinaroz (Castellón) en el mes de abril. El territorio republicano quedaba partido en dos zonas.

2.4    La batalla del Ebro

La última fase de la guerra se inició con la batalla del Ebro en julio de 1938. Los republicanos consiguieron cruzar el Ebro entre Mequinenza y Tortosa y penetrar profundamente en las líneas nacionales. Pero fueron detenidos en los altos de Gandesa. El frente quedó estancado durante unos meses. A principios de noviembre Franco contraatacó y el ejército republicano tuvo que replegarse a la otra orilla del río. Franco inició entonces la ofensiva sobre Cataluña y en enero del 39 entraba en Barcelona sin lucha.

3.    El final de la guerra

A la República no le quedaba más territorio que Madrid y toda la región mediterránea desde el norte de Valencia hasta Almería.
A comienzos de marzo se produjo en Madrid una sublevación contra el gobierno de la República dirigida por el coronel Casado y con el pretexto de que el presidente Negrín iba a nombrar altos mandos exclusivamente comunistas para el ejército. Con el apoyo de parte de la UGT y del socialista Julián Besteiro, se creó una Junta para negociar con Franco una "paz honrosa". Besteiro pronunció por radio un llamamiento a la reconciliación. Pero Franco exigió la rendición incondicional y la entrega de las armas. En los días posteriores a la caída de Madrid se ocupó toda la zona mediterránea.
El 1 de abril de 1939 Franco firmó en Burgos el último parte de guerra: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. Españoles, la guerra ha terminado".

4.    La evolución política durante la guerra

4.1    La zona republicana: la revolución contenida

Tras el golpe de estado y con los sublevados a las puertas de Madrid se hizo necesario crear un gobierno de concentración. Azaña llamó a formar gobierno al socialista Largo Caballero que se rodeó de ministros socialistas, liberales, comunistas e incluso cuatro ministros anarcosindicalistas, hecho sin precedentes en el mundo.
Los anarquistas (CNT FAI) y el POUM consideraron que la guerra era inseparable de la revolución social. En muchos lugares, empresas, minas o fábricas fueron colectivizadas y quedaron bajo control obrero. La colectivización de la industria fue un hecho en Cataluña, mediante un decreto de octubre de 1936. En el campo, proliferó la ocupación de tierras y las colectivizaciones agrarias se extendieron por Aragón, Valencia, La Mancha y Andalucía. Se abolió el dinero, se emitieron vales, se crearon comités revolucionarios, democráticamente elegidos .
Otros consideraban que era preferible dejar la revolución para más tarde. Si se hacía ahora asustaría a las clases medias y las lanzaría en brazos de los rebeldes. Los comunistas defendían esta idea y pensaban que el gobierno debía acabar con las incautaciones de empresas o fábricas.
El enfrentamiento entre los partidarios de la revolución (anarquistas y POUM) y los que se oponían (comunistas, socialistas moderados y, por supuesto, el gobierno republicano) estalló violentamente en Barcelona en la primavera de 1937 cuando se intentó desalojar a los anarquistas del edificio de la Telefónica. El enfrentamiento concluyó con la derrota anarquista y la disolución, por presión comunista, del antiestalinista POUM.
Los acontecimientos obligaron a dimitir a Largo Caballero siendo nombrado nuevo presidente del gobierno el socialista, y simpatizante comunista, Juan Negrín que eliminó del gobierno a los anarquistas y acentuó la influencia comunista. Negrín consideraba que era vital resistir y ganar tiempo, pues parecía claro que una nueva guerra mundial se avecinaba y las potencias democráticas, enfrentadas con Italia y Alemania, ayudarían y salvarían a la República.

4.2    La zona sublevada: la creación de un Estado

Aunque el líder del golpe militar era el general Sanjurjo, su muerte en accidente de aviación el 20 de julio de 1936, el rápido avance de las columnas de Franco por el sur y su éxito al conseguir socorrer a los defensores del Alcázar de Toledo, pusieron el poder en sus manos. Los partidos políticos y grupos sociales que habían dado su apoyo al alzamiento militar estaban divididos, pero aceptaron la supremacía del ejército. El primero de octubre de 1936 se publicó el decreto que nombraba a Franco “Jefe del Gobierno del Estado" y Generalísimo de los Ejércitos Españoles.
En abril de 1937, Franco, inspirándose en el modelo institucional de los Estados  fascistas italiano y alemán, dio a conocer el Decreto de Unificación por el que se creaba un partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, unificando a falangistas y carlistas. Franco sería Jefe del Partido, Jefe de Gobierno y Jefe del Estado.
Antes de acabar la guerra se promulgó el Fuero del Trabajo (marzo de 1938), inspirada en la Carta del Lavoro del fascismo italiano, en la doctrina social de la Iglesia y en algunos principios de Falange. Esta legislación sentó las bases de la organización corporativa del Estado y del sindicalismo vertical. Se dicto también un conjunto de leyes favorables a la Iglesia: se derogaron las leyes del matrimonio civil y del divorcio, se estableció el culto religioso en la enseñanza y se instituyó una retribución estatal al clero

5.    La represión y las víctimas de la guerra

En ambos bandos se practicó una persecución implacable y eliminación sistemática de los que se consideraban que eran partidarios del enemigo.
En la República buena parte de la represión fue ejercida por las milicias y organizaciones políticas, con detenciones en las checas (cárceles organizadas por los propios partidos) y paseos (personas a las que se asesinaba sin juicio previo). Se produjeron hechos gravísimos como el asesinato en Paracuellos del Jarama de miles de presos políticos sacados de la Cárcel Modelo de Madrid para su traslado a Valencia. Así se dio muerte a personalidades políticas como Melquíades Álvarez o los dirigentes de Falange, Ledesma Ramos y Ruiz de Alda. Para canalizar la represión el gobierno estableció los Tribunales Populares. En la cárcel de Alicante fue fusilado el fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera.
En el campo nacional el predominio correspondió a la represión basada en leyes militares de excepción y ejecuciones sumarísimas, como las de Lluís Companys, presidente de la Generalitat, el socialista Julián Zugazagoitia o el anarquista Juan Peiró. También se producirán ejecuciones masivas de miles de milicianos y soldados republicanos como la que llevaron a cabo las columnas de Yagüe tras la ocupación de Badajoz. Y abundaron los paseos. El caso que alcanzará más renombre será el asesinato, en Granada, del poeta García Lorca.

5.1    Refugiados y exiliados

Hacia el final de la guerra miles de soldados en retirada y de civiles se concentraron en Cataluña para cruzar la frontera francesa. Aproximadamente medio millón de españoles pasaron a Francia donde fueron recluidos, en condiciones muy precarias, en campos de refugiados situados con frecuencia en las playas (Ej. Argelés sur Mer). En pocos meses aproximadamente la mitad volvieron a España. El resto inició un largo y penoso exilio. Un grupo importante consiguió embarcar hacia América Latina (México, Chile, etc) o hacia la URSS. El conjunto más numeroso de exiliados en la URSS, sumándose a los 3.000 niños evacuados durante la Guerra Civil.

6.    Documentos

Texto 1. Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta, de modo que se reduzca lo antes posible a un enemigo fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados los dirigentes de los partidos políticos, sociedades y sindicatos desafectos al movimiento y se les aplicará castigos ejemplares para estrangular los movimientos de rebeldía o huelga. Circular del general Mola a sus subordinados. (Julio 1936)
Texto 2. Una vez más, el Ejército, unido a las demás fuerzas de la nación, se ha visto obligado a recoger el anhelo de la gran mayoría de los españoles que veían con amargura infinita desaparecer lo que a todos puede unirnos en un ideal común: España. Se trata de restablecer el imperio del orden dentro de la República, no solamente en sus apariencias o signos externos, sino también en su misma esencia [...]. El restablecimiento de este principio de autoridad, olvidado en los últimos años, exige inexcusablemente que los castigos sean ejemplares, por la seriedad con que se impondrán y la rapidez con que se llevarán a cabo, sin titubeos ni vacilaciones. [...] Bando del general Franco. (Tetuán, 18 de julio de 1936).
Texto 3. ¿Qué lecciones principales cabe deducir del periodo histórico reseñado? [se refiere a 1931-1939] Ante todo, el fracaso, sin paliativos de la segunda República. Fracaso en el que se destaca, tal vez con más vigor que en ningún otro momento de la vida contemporánea española, una de las más acusadas características de nuestra psicología colectiva: la intransigencia [...]
La convivencia llegó a recelarse como algo imposible. Las diferencias políticas fueron transformándose en auténticas hostilidades, y cuando ocuparon el poder quienes propugnaban una política de revancha, España se convirtió en un teatro de violencias y atropellos, abocado fatalmente a la guerra civil. Los adversarios terminaron por enfrentarse en una lucha sin cuartel, que sembró el país de ruinas e hizo correr a torrentes la sangre, no sólo en los campos de batalla, sino también en la retaguardia de los dos bandos rivales. Gil Robles, José María ( 1978): No fue posible la paz, Barcelona, Planeta, p.786-787.
Texto 4. Mistificaciones ideológicas aparte es claro que el 18 de julio en su origen responde a una conspiración y una sublevación militar que fracasa en su objetivo esencial: acabar con el gobierno del Frente Popular. Parte del Ejército se subleva contra el poder constituido y su fracaso, parcial puesto que logra imponerse en buena parte del territorio nacional, es la mejor prueba de que el 18 de julio no fue un alzamiento ni un movimiento nacional sino una conspiración y un pronunciamiento militar. El jefe nominal, como es bien sabido, era el león del Ríf, el general José Sanjurjo. Su director efectivo era el general Emilio Mola, cuyo brazo derecho en la trama, auténtico Jefe de Estado Mayor de la conspiración, era el teniente coronel Valentín Galarza. La organización fundamental que servía de enlace era la UME (Unión Militar Española), asociación de oficiales, reservistas en su mayoría, de vinculaciones políticas monárquicas y parafascistas. El protagonismo militar es indiscutible.
La diferencia respecto a otras situaciones históricas es que, tal conspiración y tal pronunciamiento, se dan en una sociedad mucho más politizada y socialmente más compleja que en situaciones precedentes. Circunstancias todas ellas que, junto al fracaso de los golpistas en imponerse y del propio Estado en abortar la rebelión, explican que la situación derive hacia una guerra civil. Reig Tapia, Alberto ( 1988): «La justificación ideológica del `alzamiento' de 1936», dins García Delgado J.L. (ed.): La II República españo la. Bienio rectificador y Frente Popular, 1934-1936, Madrid, Siglo XXl, p. 217218.
Texto 5. El estallido de la guerra civil en julio de 1936 puso de manifiesto que España estaba en peligro inminente de anarquía; pero también podríamos calificar de anárquico el sistema internacional contemporáneo. Las cinco grandes potencias más interesadas en España -Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y la Unión Soviética- perseguían todas ellas fines diferentes y a la vez conflictivos.
En todo caso, desde 1936 a 1939, el efecto de la intervención extranjera en el curso de la guerra civil española y el efecto de ésta sobre el curso de las relaciones entre las grandes potencias europeas fueron ambos aspectos importantes de la larga crisis de treinta años que produjo dos guerras mundiales. El episodio español expone todas las llagas de esa crisis e ilumina los problemas del nacio­nalismo, la democracia, el fascismo, eI capitalismo, el comunismo y la rivalidad de las grandes potencias de nuestro tiempo. Whealey, Robert H. ( 1973): «La intervención extranjera en la guerra civil española», dins Carr, Raymond (ed.): Estudios sobre la República y la Guerra Civil española, Barcelona, Ariel, p. 266-271 i 295.
Texto 6. [...] la guerra no quedó circunscrita a las fronteras de España [...] La subleva­ción recogió en el extranjero las simpatías de los grupos políticos que compartían sus mismos postulados. [...] los monárquicos -es decir, Acción Española- comulgaban con los principios defendidos en Francia por Charles Maurras (Action Française) o en Bélgica por León Degrelle (el rexismo); Falange era la versión española de los movimientos que inspiraban Mussolini (fascismo) y Hitler (nacio­nalsociallismo) [...] Y dentro de la izquierda se daban las mismas analogías: la sección francesa de la Internacional Socialista (SFIO) coincidía en su plantea­miento con el sector centrista del PSOE; la táctica diseñada por el VII° Congreso de la Internacional Comunista tenía su reflejo en España a través del PCE [...] Todas las afinidades repercutieron en la contienda española.
Junto a los motivos ideológicos, la guerra civil llega en un momento de graves tensiones, cuando las fronteras surgidas de la Primera Guerra Mundial están siendo corregidas. El territorio del Sarre vuelve a la soberanía alemana (marzo de 1935); las tropas de Hitler ocupan Rhenania (7-3-1936) [...] Después de una larga campaña, el ejército italiano domina Etiopía (1935-1936). La Sociedad de Nacio­nes (SDN) es incapaz de garantizar la paz y la seguridad internacional. Kramer, Andrés M. ( 198 I ): La mecánica de la guerra civil. España, 1936, Barcelona, Ediciones Península, p. 277-279.
Texto 7. Ahora seguramente, os habréis preguntado, amigos italianos, por qué Mussolini sostiene a Franco y por qué la prensa fascista destila su veneno contra el pueblo español, contra los "rojos" a los que acusa de todos los crímenes. (...) Por esto la prensa de Mussolini los trata, nos trata, de bandidos. Por eso Mussolini sostiene a Franco que quiere exactamente lo contrario de lo que quieren los rojos.
Por tal razón estamos aquí y se han formado las Brigadas Internacionales. Por esto hay un heroico batallón Garibaldi, que vuelve a tomar por su cuenta las más gloriosas tradiciones del siglo pasado. Por esto tantos de los nuestros han muerto aquí y han derramado su sangre por la causa de la libertad de España, que se identifica con la causa de la libertad de Italia.
Estamos aquí porque queremos para los ciudadanos de nuestro país, los obreros de nuestro país, lo que el Frente Popular de aquí quiere para los ciudadanos, obreros y campesinos españoles. Luchamos aquí con nuestro pensamiento vuelto hacia Italia. Y miramos el porvenir con una gran confianza porque hoy conocemos el camino de la victoria, del que hemos forjado los instrumentos.
¡Antifascistas de todos los horizontes, formemos un Frente Popular que restablezca en Italia los derechos del pueblo!
¡La victoria en España será para nosotros una etapa hacia la victoria en Italia, hacia la victoria en Europa y en el mundo!. Discurso de Pietro Nenni en Madrid. (6 de febrero de 1937)
Texto 8.  “MADRID, 28 de marzo -- Era un día luminoso y claro en las rojas colinas al norte de Guadalajara, cuando llegamos al borde rocoso de una meseta, donde una carretera blanca bajaba serpenteante hacia un valle empinado, y mirábamos a las tropas fascistas en una meseta que subía por el estrecho valle.
"Allí viene uno por ese sendero," dijo un oficial español a mi lado. "Tienen un nido de ametralladoras allí. Mire, hay tres más. Mire allí, cinco más."
Me senté con un par de prismáticos y conté más de 150 soldados moviéndose sobre la meseta y los senderos a lo largo de su cara escarpada. "Ellos no tienen artillería allí," me aseguró el oficial, "y están demasiado lejos para usar las ametralladoras contra nosotros." 
Los soldados Fascistas, llevando uniformes del Ejército español regular, con un batir de capotillos, trabajaban pausadamente para fortificar su posición a lo largo de la escarpada cuesta.
Bajo nosotros en el valle estaban los castaños grupos de casas de los pueblos de Utande y Mudeux. Al lado izquierdo Hita, como un cuadro cubista contra la empinada colina en forma de cono.
La blanca carretera a nuestros pies llevaba hacia la meseta opuesta. Después de la batalla de Brihuega, el avance hasta más allá de Utande había forzado la retirada fascista al menos hasta Jadraque. Pero en su retirada, los fascistas destruyeron la carretera, por lo que las fuerzas gubernamentales decidieron permanecer en su excelente posición actual, en lugar de avanzar a lo largo de la carretera principal de Aragón y prolongar su peligroso flanco izquierdo.
Era el primer día caluroso de la primavera y las tropas se quitaban las camisas para tomar el sol y zurcirlas. Junto a un comandante de brigada que había luchado en Brihuega, su corresponsal camino casi un kilómetro a lo largo de la carretera principal de Aragón.
Mientras la meseta izquierda estaba en manos de tropas Españolas Rebeldes, la línea por la carretera principal de Aragón, según los informes, estaba sostenida por italianos de una división que se mantuvo en la reserva y no se usó en la batalla de Brihuega. Salvo por algunos disparos de batería, con los Leales usando armas italianas capturadas y obuses, el frente estaba completamente tranquilo, con expectativas de permanecer así hasta que las tropas italianas hubieran tenido tiempo de reorganizarse.
Este corresponsal duda de que incluso entonces intenten otro ataque en el sector de Brihuega, ya que la posición gubernamental está ahora totalmente reforzada y las posibilidades de defensa se vieron en la batalla, mientras que las señales de la derrota más sangrienta de los italianos en la primera batalla de esta guerra luchada con una organización a escala de una Guerra Mundial todavía cubren un campo de batalla de diez kilómetros de ancho.
Es imposible no enfatizar la importancia de esta batalla, donde los batallones Españoles, compuestos principalmente de muchachos apenas formados el último noviembre, no sólo lucharon obstinadamente en defensa junto a otras tropas mas veteranas, sino que atacaron en una complicada y perfectamente organizada operación militar sólo comparable a las mejores de la Gran Guerra.
Este corresponsal que ha estado estudiando la batalla durante cuatro días, revisando las posiciones sobre el terreno, con los comandantes que la dirigieron y los oficiales que lucharon en ella, y siguiendo las huellas de los tanques, declara rotundamente que Brihuega tendrá lugar en historia militar junto a otras batallas decisivas en el mundo.
No hay nada tan terrible y siniestro como la huella de un tanque en acción. La huella de un huracán tropical deja una guadaña caprichosa de destrucción completa, pero los dos surcos paralelos que deja el tanque en el barro rojo llevan a escenas de muerte planeada peores que cualquiera dejada por un huracán.
Los bosques de matorrales y robles al noroeste del palacio de Ibarra, cerca de un ángulo de la carretera de Brihuega a Utande, todavía están llenos de cadáveres italianos que las escuadras de enterradores no han alcanzado todavía. El rastro de los tanques lleva a donde ellos murieron, no como cobardes sino defendiendo nidos de ametralladora hábilmente construidos y posiciones de rifles automáticos, donde los tanques los encontraron y donde todavía permanecen.
Los campos baldíos y los bosques de robles son rocosos, y los italianos fueron obligados a construir parapetos rocosos en lugar de intentar excavar la tierra donde una azada no cortaría, y el efecto horrible de los obuses disparados por los cañones de los sesenta tanques que lucharon junto a la infantería en la batalla de Brihuega estallando en y contra éstas pilas de rocas crearon una pesadilla de cadáveres. Los pequeños tanques italianos, sólo armados con ametralladoras, estaban tan desvalidos contra los tanques gubernamentales medianos, armados con cañón y ametralladoras, como botes Guarda Costas contra cruceros blindados. 29 de marzo de 1937 - Brihuega comparada por Hemingway con una victoria a escala de Guerra Mundial. Por ERNEST HEMINGWAY
Texto 9. La necesidad de sofocar el pasado levantamiento comunista y los cuidados conducentes a prevenir la repetición de semejantes contingencias no ha hecho olvidar un momento al Consejo Nacional de Defensa, lo que constituye su misión y la verdadera razón de su existencia. (...) Es además nuestro deseo tener a la opinión debidamente informada del proceso de nuestra actuación para el logro de esa anhelada finalidad.
En prueba de ello queremos poner en vuestro conocimiento los términos exactos de la comunicación que el Consejo de Defensa dirige al Gobierno nacionalista (...) ese comunicado dice así: "Ha llegado el momento de que este Consejo Nacional de Defensa se dedique por completo a su misión, y, en consecuencia, se dirige a ese Gobierno para hacerle presente que estamos dispuestos a llevar a efecto negociaciones que nos aseguren una paz honrosa y que al mismo tiempo puedan evitar estériles efusiones de sangre. Esperamos su decisión". Alocución radiada de Julián Besteiro. (18 de marzo de 1939)  Analiza cuál era según Besteiro la finalidad del Consejo de Defensa y cuál fue el resultado de su misión.







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