viernes, 11 de enero de 2013

La Restauración II: El reinado de Alfonso XIII (1902-1931)



1.    El Regeneracionismo de Alfonso XIII: El intento de solución democrático (1902-1923).

La primera parte del reinado de Alfonso XIII  se caracterizó por los intentos de reformar el sistema "desde arriba" para evitar una revolución "desde abajo". Los nuevos líderes de los partidos conservador (Maura) y liberal (Canalejas) intentaron democratizar el sistema canovista, pero no lo consiguieron. Las crisis políticas de fines del XIX: insurrecciones campesinas y obreras, los problemas regionalistas en Cataluña y País Vasco, los problemas religiosos y militares, se agudizaron y a ellas se sumará una nueva crisis, la generada por los nuevos intereses coloniales en Marruecos.

1.1    Los proyectos de Maura.

Maura intentó modernizar el sistema de la Restauración mediante la aprobación de diversas leyes: para la protección de la industria nacional (solicitada por los industriales catalanes), fomento de industrias y transportes marítimos (de gran importancia para Vascongadas), la creación del Instituto Nacional de Previsión, la obligación del descanso dominical (1903), y la reforma electoral de 1907 que impone el voto obligatorio. Pero sus proyectos se verán truncados por la “cuestión marroquí”

1.1.1    La intervención en Marruecos y la “Semana Trágica” de 1909

Entre 1885 y 1912 las principales potencias europeas se repartieron África. Los gobiernos españoles quisieron participar también en ese reparto para frenar el expansionista alemán, inglés y francés en una zona (Marruecos) donde desde hacía cuatro siglos había territorios españoles (Ceuta y Melilla), compensar con nuevos territorios y colonias el gran desastre del 98, y recuperar el perdido prestigio del ejército. Pero buena parte de la opinión pública era contraria a esta intervención. Durante los primeros años del XX la “cuestión africana” generará fuertes enfrentamientos entre sus partidarios (rey, ejército y partidos dinásticos) y sus opositores (organizaciones obreras, radicales y jóvenes llamados a quintas).
El primer incidente se produjo en julio de 1909. Los ataques de los rifeños a las minas y al ferrocarril que las unía con Melilla, decidió Maura, a enviar soldados reservistas desde Barcelona. Los reservistas, apoyados por los sindicatos y partidos que se oponían a la guerra, se negaron a embarcar. Empezó una huelga general, se levantaron barricadas y se quemaron iglesias. El gobierno reaccionó con dureza: diecisiete condenas a muerte y más de mil encarcelados. Sin haber tenido participación directa probada en los hechos, fue ajusticiado Francisco Ferrer Guardia, anarquista fundador de la “Escuela Moderna”. Tras "La Semana Trágica" el rey destituyó a Maura que, resentido, se separó del partido conservador

1.2    Canalejas y la división de los partidos

En 1910 Canalejas pasa a ser jefe de gobierno e intentará regenerar la vida política española con una serie de leyes que le enfrentaron con los grupos sociales más conservadores:
- La llamada “Ley del Candado”, que prohibía la instalación de órdenes religiosas en España sin antes haber recibido antes la correspondiente autorización del gobierno, le enfrentó con la Iglesia que consideró que la ley iba en contra de sus derechos y limitaba su libre desarrollo.
- La idea de sustituir el impuesto de consumos por un impuesto progresivo –según la riqueza urbana de cada uno– le enfrentó con la alta burguesía.
Sus proyectos fueron abortados al ser asesinado (1912) por un anarquista en la Puerta del Sol de Madrid. Desde entonces los gobiernos serán muy inestables y el rey adquirirá un papel cada vez más relevante.

1.3    Las crisis de 1917

En 1917 una grave crisis amenazará la pervivencia de la Restauración. Las deficiencias del sistema político, el descontento militar, y la conflictividad social derivada del aumento del coste de la vida, provocaron una protesta generalizada.

1.3.1    La crisis militar

El ejército español presentaba un número excesivo de oficiales lo que mermaba sus posibilidades de ascenso. El que los militares con destino en África pudieran promocionarse más rápidamente, por méritos de guerra, que los militares peninsulares agravaba la situación. El descontento entre los oficiales desembocó en la formación de las Juntas de Defensa, asociaciones militares que nacidas en Barcelona se habían extendido por la mayoría de las guarniciones españolas. Las juntas reclamaban un aumento salarial y se oponían a los ascensos por méritos de guerra, reivindicando la antigüedad como único criterio de promoción. En junio de 1917 las Juntas hicieron público un manifiesto culpando al gobierno de los males del ejército y del país. Ante esta situación el gobierno suspendió las garantías constitucionales, clausuró las Cortes e impuso la censura de prensa.

1.3.2    La crisis política

En este contexto la Lliga Regionalista organizó en Barcelona la Asamblea de Parlamentarios catalanes (julio 1917), que exigió una reforma de la Constitución y la concesión de un Estatuto de Autonomía para Cataluña. La Asamblea convocó a todos los diputados y senadores españoles, pero de los 760 convocados tan sólo acudieron 71, mayoritariamente republicanos y socialistas. La reunión fue finalmente disuelta por la Guardia Civil

1.3.3    La crisis social

El 20 de julio del 17 se inicia la huelga de ferroviarios valencianos que se convertirá en agosto en una convocatoria de huelga general para toda España. Se organizarán manifestaciones callejeras con la colaboración de los líderes de las organizaciones de izquierda: CNT, PSOE, UGT, y de los partidos reformistas y republicanos.
La abstención de los sectores campesinos, el apoyo del ejército al gobierno, y la marcha atrás de la Asamblea de Parlamentarios, propiciaron la represión de los huelguistas. El balance fue de más de setenta muertos, dos centenares de heridos y aproximadamente dos mil detenidos. Se juzgó en Consejo de guerra a los miembros del Comité de huelga y se les condenó a cadena perpetua.
Desde esos momentos la lucha de clases se recrudece, sobre todo en Barcelona donde los enfrentamientos entre patronos y obreros llevaron a constantes desórdenes callejeros, atentados terroristas, huelgas obreras y cierre de las empresas (locks outs) por parte de los patronos. Destacó por su virulencia la huelga de «La Canadiense», la empresa eléctrica de Barcelona, que llevó al paro general de la industria catalana y forzó al gobierno a aprobar la jornada laboral de ocho horas. Los patronos comenzarán a utilizar asesinos a sueldo para eliminar a los líderes obreros y los obreros replicarán con los mismos métodos. Es el llamado pistolerismo que alcanzará al propio jefe de gobierno, Dato, asesinado en 1921.El gobernador civil de Barcelona, Martínez Anido, practicó una durísima política represiva tolerada por el gobierno central que aprobará leyes antiterroristas muy discutidas como la «Ley de Fugas».

1.4    Cambio social y desarrollo cultural a principios del XX

1.4.1    El desarrollo de las clases medias urbanas

Entre 1900 y 1930 las ciudades españolas no pararon de crecer y España dejó de ser eminentemente rural. Los municipios de más de 10.000 habitantes suponían ya un 43% del total de la población. Las dos mayores ciudades españolas, Madrid y Barcelona, alcanzaron el millón de habitantes. Gracias a los nuevos medios de transporte (ferrocarril, autobús, metro...), y de comunicación (telégrafo, teléfono, prensa, radio...) la cultura urbana fue adquiriendo cada vez más fuerza. Debido a la mejora de los medios técnicos (rotativas, linotipias...) y a la creciente alfabetización, la prensa aumentó mucho sus tiradas y pasó a ser un instrumento clave en la actividad política.

1.4.2    El desarrollo de la cultura obrera

Las organizaciones obreras manifestaron gran interés por el desarrollo cultural de los trabajadores. Convencidas de que sin la cultura, y la consiguiente transformación de las conciencias, no podría llevarse a cabo la revolución, consideraron la educación como instrumento de liberación de la clase obrera, básica para la construcción de la futura sociedad igualitaria. Por ello impulsaron la fundación de Ateneos Obreros y Casas del Pueblo. Eran lugares de encuentro y reunión donde se organizaban actividades de carácter educativo: conferencias, clases de alfabetización, fomento de la lectura a través de las bibliotecas, etc.

1.4.3    Avance del anarquismo y fundación de la CNT

El anarquismo tuvo gran crecimiento. En Barcelona en 1907 se creó Solidaridad Obrera, federación de asociaciones de carácter reivindicativo. En 1910 se funda la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). El nuevo sindicato pronto se convirtió en la fuerza obrera hegemónica en Cataluña, logrando también una fuerte implantación en Andalucía y Valencia. La CNT defendía la unidad de acción de los trabajadores, pero no era partidaria de la colaboración con las fuerzas “burguesas” de la oposición: los republicanos. Sus objetivos eran directamente revolucionarios. Para los anarquistas la acción política consistía en llevar a cabo huelgas locales hasta llegar a la huelga general revolucionaria que derribaría al capitalismo y acabaría con todas las formas de explotación y opresión. Sus líderes más representativos fueron Salvador Seguí, Ángel Pestaña y Joan Peiró.

1.5    Del “Desastre de Annual” a la Dictadura

En julio del 1921 el general Silvestre inició una operación militar cerca de Melilla, adentrándose en el corazón del Rif sin haber protegido suficientemente su retaguardia ni haber asegurado los abastecimientos. Al percibirse de ello los rifeños de Abd el Krim atacaron por sorpresa en Annual, provocando una gran desbandada entre las tropas españolas y más de 13.000 bajas. El gobierno dimitió y se nombró una comisión para elaborar un informe sobre lo sucedido. Este informe, conocido como el "Expediente Picasso", contó con la oposición del ejército de África que temía que pudieran probarse responsabilidades de los altos mandos militares e incluso del mismo monarca: al parecer el general Silvestre fue alentado por el propio Alfonso XIII, amigo personal suyo, para a iniciar la ofensiva. El expediente no llegó nunca a presentarse en las Cortes ya que, días antes de la fecha prevista para su discusión en las Cortes, se producirá, con el beneplácito de rey, el golpe de Estado de Primo de Rivera.

2.    El intento de solución autoritario: La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

El 13 de septiembre de 1923 el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, declaró el estado de guerra. El rey Alfonso XIII le encomendó la formación de un nuevo gobierno integrado exclusivamente por militares, comenzaba la Dictadura. En sus siete años de vida se sucedieron dos formas de gobierno: el Directorio Militar (1923-25) y el Directorio Civil (1925-30). El Directorio Militar se presentaba como una etapa provisional para resolver los graves problemas políticos pendientes; el Directorio Civil intentó institucionalizar el régimen y prestó más interés a cuestiones económicas y sociales.

2.1    La organización del Estado

Las primeras medidas fueron la suspensión del régimen constitucional, disolución de las cámaras legislativas, cese de las autoridades civiles, prohibición de las actividades de los partidos políticos y de los sindicatos, militarización del orden público y fuerte represión del obrerismo radical. Para proporcionar apoyo a la Dictadura se creó un nuevo partido, la Unión Patriótica, de carácter plenamente gubernamental y sin programa ideológico claro.
Marruecos tuvo la atención preferente de Primo de Rivera: asumió personalmente el Alto Comisionado de Marruecos e inició una política de colaboración con Francia que incluyó una acción militar coordinada. Fruto de esa colaboración fue el desembarco de Alhucemas (1925), que supuso un gran éxito. Abd-el-Krim se rindió.
Se puso en marcha un modelo de relaciones laborales que pretendía limitar conflictos sociales mediante el arbitraje del Estado, la integración de los sectores moderados del movimiento obrero y la represión de las organizaciones radicales. A este fin se creó la Organización Corporativa Nacional, sindicatos verticales con comités paritarios, formados por igual número por patronos y obreros. Estos comités contaron con el apoyo y participación de la UGT (su líder, largo Caballero, fue consejero de Estado), mientras la CNT fue prohibida y perseguida.
Primo buscó aumentar el apoyo social del régimen con la creación de una Asamblea Nacional Consultiva (1927), compuesta por funcionarios de la Administración y representantes sociales escogidos desde el poder, y con la realización de un plebiscito.
La Dictadura se benefició de la buena coyuntura económica internacional de los años 20. El Estado tuvo un protagonismo económico notable: fomentó las obras públicas (ferrocarriles, carreteras, planes hidroeléctricos, etc.) y aprobó un Decreto de Protección de la Industria Nacional que preveía la concesión de ayudas estatales a las empresas que no podían competir con el exterior. También se concedieron grandes monopolios como el de teléfonos a la Compañía Telefónica Nacional de España y el del petróleo a CAMPSA.

2.2    La oposición a la Dictadura y la caída de Alfonso XIII

Desde 1926 la oposición a la Dictadura fue creciendo. Los republicanos lograron unir a sus distintas facciones en la Alianza Republicana, que desarrolló una amplia campaña propagandística en el exterior. Los intelectuales, con figuras como Unamuno, Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez y Menéndez Pidal, fueron muy críticos y se opusieron activamente a la Dictadura. Las revueltas estudiantiles eran casi continuas, encabezadas por la FUE (Federación Universitaria Española). En la CNT, que siempre se mostró contraria al régimen, seno surgió un ala radical, partidaria de la insurrección popular, la FAI (Federación Anarquista Ibérica). En Cataluña las medidas políticas y administrativas tomadas por Primo de Rivera: liquidación de la Mancomunitat, prohibición del uso público de la lengua catalana y de la sardana, clausura del campo del Barça, etc. provocaron el claro distanciamiento incluso de los sectores que, como la Lliga Regionalista, habían acogido la Dictadura con evidente simpatía. Ya en los últimos momentos de la Dictadura, hacia 1929, el PSOE cambió su posición inicial de colaboración, y, rechazando los intentos continuistas del régimen se pronunció a favor de la solución republicana. También el apoyo que el golpe de Estado había tenido entre las clases conservadoras fue debilitándose. Alfonso XIII, temeroso de que el desprestigio creciente de la Dictadura afectase a la monarquía, optó por retirar la confianza al dictador, ,quien dimitió en enero de 1930.
El general Berenguer fue el encargado de sustituirle (la llamada "dictablanda"). Pero el retorno a la normalidad constitucional era tan lento que la oposición comenzó a organizarse: republicanos, catalanistas de izquierda y el PSOE acordaron la firma conjunta del Pacto de San Sebastián (agosto 1930) por el que se comprometían a constituir un comité revolucionario, germen del gobierno provisional de la futura República. En diciembre de ese mismo año se produjo un intento de golpe de estado militar para proclamar la República: en Jaca se sublevaron los capitanes Galán y García Hernández que fueron fusilados.
En febrero de 1931 se constituyó el último gobierno de la Monarquía que, presidido por el almirante Aznar, intentó volver a la normalidad parlamentaria convocando elecciones municipales para el 12 de abril. Pero Alfonso XIII se había comprometido excesivamente con la Dictadura y  estas elecciones, las primeras en ocho años, se presentaron como un plebiscito a favor o en contra de la Monarquía.
El día 14 fueron conociéndose los resultados. Aunque el número de concejales monárquicos superaba ampliamente al de republicanos, en las grandes ciudades los monárquicos sufrieron una importante derrota. En Valencia, Sevilla, Oviedo, Zaragoza, Barcelona, etc. la población salió a la calle y proclamó la República. Alfonso XIII decidió abandonar el país y partió al exilio.


3.    Documentos

Texto 1. Los procedimientos elegidos por Martínez Anido no eran los legales, ni siquiera los empleados por la jurisdicción militar, tales como la detención arbitraria y el juicio sumarísimo ante consejo de guerra. No hacía mucho habían fundado los patronos un reducido sindicato obrero al servicio de sus intereses, al que dieron el nombre de Sindicato Libre [7], el cual abrigaba en su seno una crecida proporción de pistoleros. El jefe de policía de Martínez Anido, general Arlegui, reorganizó y armó a estos pistoleros y les entregó una lista de jefes sindicalistas a los que había que liquidar lo antes posible. Durante las treinta y seis horas que siguieron, veintiún dirigentes sindicalistas cayeron en la calle asesinados. Otro de los métodos utilizados era la llamada «ley de fugas»: la policía detenía a un determinado sindicalista y en el trayecto a la comisaría lo asesinaba; en el parte del hecho se hacía constar «que había tratado de escaparse». Y un tercer procedimiento consistía en detener a obreros y ponerlos inmediatamente en libertad; una banda de pistoleros los estaba esperando en las cercanías de la puerta de la cárcel y disparaba sobre ellos antes de que pudieran llegar a los relativamente seguros barrios proletarios. Como los atentados perpetrados por ambas partes (pues los sindicalistas tomaban severas represalias) aumentaban --en dieciséis meses cayeron asesinadas en las calles 230 personas- se extendió por Barcelona y toda España una ola de histeria. Cambó elogió la actuación de Martínez Anido. Pero los atentados continuaron, y en mayo de 1921, como represalia a '_a acción terrorista del gobernador civil de Barcelona, fue asesinado en Madrid el presidente del Consejo de ministros, Dato. En el espacio de veinte años, Dato fue el tercer jefe de gobierno asesinado en venganza de atrocidades policíacas.
Texto 2. El asalariado, de hecho, reduce al hombre política y económicamente a la esclavitud, porque no sólo coloca al obrero bajo la dependencia del capitalista, sino que además implica un despojo, puesto que el capitalista detenta natural mente, para enriquecerse, el producto del trabajo de todos en beneficio exclusivamente suyo. Si así no fuera, ocurriría que a la par que aumentase el capital de un industrial, se verían aumentar también y al mismo tiempo los capitales de sus obreros, y lo que ocurre es precisamente lo contrarío, pues que a la par que crecen las riquezas de la burguesía crece también la miseria de los trabajadores.
[¼] Por consecuencia obligada de las anteriores premisas, queremos los anarquistas, de acuerdo con los principios elementales de la justicia, igualdad de condiciones económicas para todos los hombres, lo que sólo puede alcanzarse poniendo a disposición de las colectividades productoras la tierra y los instrumentos del trabajo industrial, para que utilizándolos aquéllos directamente atiendan a las necesidades propias y a las generales del cuerpo social por los medios y procedimientos que juzguen más adecuados.
[¼] Queremos que la vida social se organice de abajo a arriba, por contratos con individuos e individuos, y contratos entre asociaciones de oficio y asociaciones de oficio, como primer elemento constituyente del porvenir. Queremos el contrato de momento, siempre revisable y reformable, que dure tanto como dure su objetivo y la voluntad de las partes contratantes. No queremos, en fin, que las formas orgánicas de la sociedad se petrifiquen viniendo a constituir así una rémora al progreso, y por eso nuestro principio fundamental de acción para todos los individuos y para todas las colectividades.
Que todo el mundo disponga de los medios necesarios para trabajar y desenvolverse; [¼] que la más completa libertad permita a todos obrar y producirse en las más diversas relaciones sin coacción alguna externa; que todos puedan asi mismo concentrarse libremente, libremente buscarse y pactar para hacer agradable la vida, y veréis surgir, como coronamiento de este hermoso edificio la solidaridad universal de los humanos, la fraternidad verdadera, el bienestar universal.
Una sociedad fundada en la igualdad de condiciones y la libertad más completa, hará hermanos los hombres y la generosidad los sentimientos para remediar todos los males y suplir todas las deficiencias. [¼] Esto es, en suma, lo que queremos, la transformación que buscan gran número de trabajadores, el ideal novísimo del proletariado anarquista. La Cuestión Social, Valencia, 28 de mayo de 1892.
Texto 3. Según Carlos Dardé, en el proletariado rural pueden distinguirse situaciones muy variadas. De mejor a peor podemos señalar, en primer lugar, a los que trabajaban la tierra en régimen de aparcería, una práctica muy poco extendida en el campo español. Mucho más común era el arrendamiento, por un período de tiempo corto y con una renta alta, por lo general... En Andalucía y Extremadura las ganancias conseguidas -mediante trabajo a destajo de todos los miembros de la familia, de sol a sol (más de 16 horas al día)- no sumaban lo bastante para asegurar, ni siquiera, una alimentación suficiente durante todo el año. En la industria o en las minas, el trabajo era igualmente duro y largo, pero el salario era mayor que en las tareas agrícolas. A comienzo de los años 70, la jornada en las fábricas o talleres era con frecuencia de 14 horas; sólo en Cataluña parece que eran normales jornadas de 12 horas. El tiempo de trabajo fue reduciéndose en las siguientes décadas hasta llegar a las 10-11 horas. La situación de los trabajadores españoles en torno al año 1900
Texto 4.  El socialismo tenía más adeptos en Castilla, País Vasco, Asturias y, en menor grado, Extremadura. La UGT en los primeros años del siglo XX triplicó el número de sus afiliados. 1920 fue un año difícil, pues tuvieron que decidir si se integraban o no en la III Internacional comunista, con sede en Moscú. Tras fuertes discusiones, la minoría partidaria de incorporarse en la Internacional se separó del PSOE y creó un nuevo partido, el Partido Comunista de España (PCE).
El anarquismo renació entre 1907 y 1910. Comenzó en Barcelona. Las regiones de Andalucía, Valencia, Aragón y Cataluña son las que tuvieron mayor número de afiliados. En el anarquismo se definieron dos posturas: 1) el anarcosindicalismo, defendido por Pestaña o Seguí, que propuso la defensa de los intereses obreros a través de los sindicatos. 2) Los libertarios o social revolucionarios que deseaban la destrucción del capitalismo con todas las armas posibles.
Las huelgas y manifestaciones son efectivas en las ciudades, pues sus efectos son inmediatos. La existencia de numerosos braceros disponibles en el campo provocó la sustitución de unos trabajadores por otros (esquiroles) cuando se efectuaba una huelga. Por ello, el campesino desde 1878 prefería la acción directa (quema de cortijos, asesinatos, destrucción o robo de cosechas...). Movimientos obreros entre 1900 y 1923:
Texto 5.  «El Rey se hallaba ansioso de un éxito espectacular que le permitiera verse libre de una vez del Parlamento. Los lentos métodos de penetración política en el Rif le impacientaban, y decidiose a dirigir él mismo, por encima del Ministerio de la Guerra, las operaciones. Envió allí a Silvestre, un general de caballería, cuyo estilo brusco y temerario Alfonso XIII admiraba. Silvestre debía marchar al frente de su columna atravesando el Rif, desde Melilla, sobre Alhucemas: unos 64 kilómetros. (...) Pero (...) la columna de Silvestre, que había avanzado sin ninguna precaución, fue copada en Annual por las fuerzas rifeñas de Abd-el-Krim, mucho más reducidas. Hubo diez mil muertos, cuatro mil prisioneros y cayeron en su poder todos los fusiles, ametralladoras, artillería y aviones. Raro fue el que consiguió escapar. El propio general Silvestre se suicidó. Una semana o dos más tarde, la posición fortificada de Monte Arruit tuvo que rendirse. Su guarnición, de unos siete mil hombres, fue exterminada y los oficiales, cargados de cadenas, guardados para el rescate. La misma Melilla se vio a punto de caer. (...) Pero ciertas informaciones no pudieron hacerse públicas: por ejemplo la carta del Rey al (general) Silvestre (...) en la que le ordenaba: «Haz como yo te digo y no hagas ningún caso del Ministro de la Guerra que es un imbécil»». El desastre de Annual. Historia de España. Ed. ECIR
Texto 6.  Al país y al Ejército españoles:
Ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado (porque hubiéramos querido vivir siempre en la legalidad y que ella rigiera sin interrupción la vida española), de recoger las ansias, de atender el clamoroso requeri miento de cuantos, amando la Patria, no ven para ella otra salvación que libertarla de los profesionales de la política, de los hombres que por una u otra razón nos ofrecen el cuadro de desdichas e inmoralidades que empezaron en el año 98 y amenazan a España con un próximo fi n trágico y deshonroso. La tupida red de la política de concupiscencias ha cogido en sus mallas, secuestrándola, hasta la voluntad real. [...] Este movimiento es de hombres: el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada, que espere en un rincón, sin perturbar los días buenos que para la patria preparamos. Españoles: ¡Viva España y viva el Rey!
No tenemos que justificar nuestro acto, que el pueblo sano demanda e impone. Asesinatos de prelados, ex gobernadores, agentes de la autoridad, patronos, capataces y obreros; audaces e impunes atracos; depreciación de moneda; francachela de millones de gastos reservados; sospechosa política arancelaria por la tendencia, y más porque quien la maneja hace alarde de descocada inmoralidad; rastreras intrigas políticas tomando como pretexto la tragedia de Marruecos; incertidumbres ante este gravísimo problema nacional; indisciplina social, que hace el trabajo ineficaz y nulo, precaria y ruinosa la producción agrícola e industrial; impune propaganda comunista; impiedad e incultura; justicia infl uida por la política; descarada propaganda separatista, pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades [...].
Ni somos imperialistas, ni creemos pendiente de un terco empeño en Marruecos el honor del ejército, que con su conducta valerosa a diario lo vindica. Para esto, y cuando aquel ejército haya cumplido las órdenes recibidas [...] buscaremos al problema de Marruecos solución pronta, digna y sensata.
El país no quiere oír hablar más de responsabilidades, sino saberlas exigidas pronta y justamente, y esto lo encargamos con limitación de plazo a tribunales de autoridad moral y desapasionados de cuanto ha envenenado hasta ahora la política o la ambición. La responsabilidad colectiva de los partidos políticos la sancionamos con este apartamiento total a que los condenamos aun reconociendo en justicia que algunos de sus hombres dedicaron al noble afán de gobernar sus talentos y sus actividades, pero no supieron o no quisieron nunca purificar y dar dignidad al medio en que han vivido [¼]. Miguel Primo de Rivera, Capitán General de la IV Región. Manifiesto de Primo de Ribera ( 13 de septiembre de1923).
Texto 7. “Parece claro que lo que indujo al rey Alfonso a coquetear con una «solución» extraparlamentaria fue la resurrección del parlamentarismo español más bien que su degeneración. El debate público sobre las responsabilidades y la propaganda antialfonsina de los socialistas [...] no podía dejar de convertirse en un engorro insoportable para el monarca. La proyectada sesión de las Cortes del 2 de octubre de 1923 para ocuparse del informe de la Comisión de responsabilidades, que suponía que iba a incriminar al mismo rey, constituía para él una pesadilla [...] Y ésta fue presumiblemente la razón de que los pronunciados se apoderaran precipitadamente de los archivos de la Comisión Picasso a la mañana siguiente del golpe [...].
Pero la rebelión popular en favor de la deseada dictadura real no se producía y Alfonso tuvo que cultivar los procedimientos anticonstitucionales tradicionales [...] Un mes más tarde, el rey confesó abiertamente a Antonio Maura que estaba dispuesto a dar personalmente un golpe. No es extraño, pues, que los futuros gobiernos vieran en el rey un cómplice en potencia de sus planes para derribar el sistema parlamentario. ¿Cómo podría explicarse, si no, la extraña reunión entre el monarca y los futuros golpistas, durante la cual los últimos informaron al primero de sus planes, diez días antes de levantarse en armas? Ben-Ami, Shlomo (1983): La Dictadura de Primo de Rivera, 1923-1930.
Texto 8.   “La historia política de la dictadura puede contarse rápidamente. El «directorio militar” se convierte en «civil” a fines de 1925, designa en 1927 una Asamblea consultiva y proyecta en 1929 una Constitución: todo esto no cambia ni su esencia ni sus métodos. Pero ¿realizó algún trabajo en orden a los grandes problemas nacionales por resolver? Sólo resolvió la cuestión marroquí. Se mantuvo la alianza con Francia y, desde 1925, el Rif no volvió a agitarse [¼]
Dos hombres, el conde de Guadalhorce y Calvo Sotelo, anunciaron importantes proyectos económicos. Se les reprochó el aumento de la deuda [¼] Pero el Estado provee de fondos ya a grandes empresas públicas Por lo menos una de ellas era de altos vuelos: las Confederaciones Sindicales Hidrográficas [¼]
Las intenciones más teóricas (nacionalismo económico, economía dirigida) dieron aún menos resultado; no se observó el porcentaje de capitales y técnicos nacionales impuesto a las empresas; se cedió el monopolio de Teléfonos a los norteamericanos; las ventajas concedidas a los puertos andaluces y la desconcentración geográfica de las industrias no originaron ningún cambio en la estructura española, y disgustaron a catalanes y vascos [¼]
El programa social, a la moda italiana, había anunciado la «supresión» de la lucha de clases. Se establecieron los Comités Paritarios obligatorios, se entró en contacto con los reformistas Largo Caballero y Prieto, y se reglamentó el trabajo nocturno de las mujeres. Pero los obreros no dejaron de notar que los salarios no seguían la curva de una prosperidad patronal ostentosa, y que la huelga había sido prohibida[¼].
El problema regional no fue tratado por grandes medios, sino con cominerías. En Cataluña se destruyó la Mancomunidad de 1913 y su obra. La alianza con las clases dirigentes catalana y vasca se perdió rápidamente. Pero como su patriotismo regional ya se había vuelto sospechoso, los «nacionalismos» fueron alimentados ahora por la oposición democrática. Vilar, Pierre: Historia de España (1978).
Texto 9. El hecho más afortunado de la Dictadura fue la pacificación de Marruecos. Se habían enterrado en este país sin resultado positivo millones de pesetas y millares de vidas españolas. Abd-el-Krim era cada día más fuerte y las tropas españolas se encontraban indisciplinadas y resultaban inseguras. Primo decidió cortar por lo sano, para poner fin a estas pérdidas, y emprender un repliegue hacia la costa; para ello asumió en persona tanto el mando militar como el civil. La retirada tuvo lugar a fines de 1924, en medio de un gran desorden y a costa de 16000 bajas. Pero en mayo, Abd-el-Krim cometió el fatal error de atacar la zona francesa, y en el verano, Francia y España concertaron un plan de ofensiva común. En septiembre mientras los franceses, avanzando desde Fez, atraían al grueso de las fuerzas rifeñas, los españoles desembarcaron 8 000 hombres en la bahía de Alhucemas. Fue un intento arriesgado, pues aunque el enemigo sólo les oponía una débil fuerza las tropas españolas se hallaban desmoralizadas y contaban con una larga tradición de fracasos en intentos de esta índole. Todo dependía de que el viento allí dominante, de levante, soplase o no. Primo aseguró que no soplaría y le ayudó su buena estrella. El desembarco se llevó a cabo satisfactoriamente. Agadir, la capital de Abd-el-Krim, fue tomada a las pocas semanas y todo el Rif ocupado y pacificado [¼].
Otro acierto del régimen de Primo de Rivera lo constituyó la regulación de las relaciones del trabajo. A partir de la huelga general de 1917 los diversos gobiernos habían empezado a dedicar mayor atención a las condiciones de trabajo. En 1918 se crearon tribunales industriales; en 1919 se estableció la jornada de ocho horas, y en 1920 el Ministerio de Trabajo.', Primo de Rivera amplió y reforzó toda esta legislación, estableciendo -con gran contrariedad de terratenientes y patronos- comités paritarios, a cuyas decisiones deberían ajustarse los jornales. La clase trabajadora resultó con ello considerablemente beneficiada. Por su propia iniciativa llegó a aliarse con los socialistas; llamó a Largo Caballero, secretario de la UGT, y le invitó a colaborar con el régimen. E1 único partido político tolerado, fue el socialista[¼].
Paralelamente a esta política social, llevose a cabo un plan de obras públicas que casi terminó con el paro. Las carreteras construidas por los gobiernos anteriores fueron alquitranadas y dejadas en condiciones de servir para la circulación de automóviles.  Se trazaron otras nuevas, y al mismo tiempo se emprendieron planes de centrales eléctricas y de riegos. Una red admirable de paradores, construida por el Estado, incitaba al turismo en varias provincias. Se restauraron monumentos antiguos. Se inauguraron las exposiciones de Barcelona y de Sevilla, de un lujo desproporcionado con los recursos del país. Gastos tan excesivos crearon una falsa sensación de prosperidad, elevando la deuda pública de 15 000 a 20 000 millones de pesetas y motivando la crisis económica de 1929, en la cual la cotización de la peseta cayó de 33 a 47 con relación a la libra esterlina. No había descendido a tan bajo nivel desde hacía medio siglo. Brenan, Gerald: El laberinto español.
Texto 10.   “Artículo primero. Serán juzgados por los tribunales militares, a partir de la fecha de este decreto, los delitos contra la seguridad y unidad de la patria, cuando tiendan a disgregarla, restarle fortaleza, y rebajar su concepto, ya sea por la palabra, por escrito, por la imprenta o por otro medio mecánico o gráfico de publicidad y difusión, o por cualquier otro acto o manifestación.
No se podrá izar u ostentar otra bandera que la nacional, en buques o edificios sean del Estado, provincia o municipio, ni en lugar alguno, sin más excepción que las embajadas, consulados, hospitales y escuelas, y otros centros pertenecientes a naciones extranjeras.
Artículo segundo. Las infracciones que contra lo dispuesto en este decreto ley se cometan se castigarán del modo siguiente:
Ostentación de banderas que no sean la nacional: seis meses de arresto y multa de 500 a 5.000 pesetas para el portador de ella o para el dueño de la finca, barco, etc.
Expresar o escribir en idiomas o dialectos; las canciones, bailes, costumbres y trajes regionales no son objeto de prohibición alguna: pero en los actos oficiales de carácter nacional o internacional no podrá usarse por las personas investidas de autoridad otro idioma que el castellano, que es el oficial del Estado Español, sin que esta prohibición alcance a la vida interna de las corporaciones de carácter local o regional, obligadas no obstante a llevar en castellano los libros oficiales de registros y actas, aun en los casos en que los avisos o comunicaciones no dirigidas a las autoridades se hallen redactadas en lengua regional. Real Decreto sobre el separatismo. Dado en Madrid, a 18 de septiembre de 1923. El presidente del Directorio Militar, Miguel Primo de Rivera.
Texto 11.  Una noche, bajando por la calle de Alcalá, un amigo me llamó la atención sobre un hombre envuelto en una capa que cruzaba la calle. Se apoyaba en un bastón, pero aún mantenía un cierto aire juvenil. Era Primo de Rivera. Siempre he sentido no haberlo podido entrevistar antes de su caída, pero estábamos viviendo los últimos días de su gobierno y el dictador ya no concedía entrevistas. De todas maneras, era aleccionador ver a aquel dictador paseándose por las calles de Madrid sin escolta. Me imagino que le seguiría algún policía de paisano, pero lo que yo recuerdo es la solitaria y algo melancólica figura de un madrileño bajando lentamente por la calle de Alcalá.
Que el dictador estaba acabado lo sabía todo el mundo menos el propio dictador. Poco antes de mi llegada a España, el rey había organizado una montería con el objeto de persuadir a Primo de Rivera para que abandonara el poder y así formar un nuevo gobierno en torno al duque de Alba. Pero Primo de Rivera se negaba a presentar la dimisión. No podía entender cómo el rey, que tanto le había apoyado, le retiraba ahora su confianza. Más que un dictador, Primo de Rivera me parecía entonces un dadivoso Papá Noel. Había embarcado a España en una política de grandes inversiones públicas que ahora no encontraba forma de pagar. Con la ayuda de Estados Unidos estaba intentando convertir a España en un país moderno, construyendo carreteras, líneas de ferrocarril, grandes embalses para la producción de energía eléctrica... Cuando los créditos internacionales comenzaron a flaquear, decidió nacionalizar las grandes compañías de petróleo.
El éxito del gobierno de Primo de Rivera había radicado justamente en la ductilidad de sus finanzas, libres de toda traba parlamentaria, y en la disponibilidad del dinero público. Y ahora que los créditos empezaban a flaquear, en los principios de la crisis económica mundial, era inevitable que sus enemigos (incluidos los magnates del petróleo) se le echaran encima. La clase política no le perdonaba que hubiese gastado billones de pesetas sin contar con ella, y la pequeña burguesía, que había conseguido una relativa prosperidad bajo su gobierno, buscaba ahora el acceso al poder político [¼].
Volví a ver a Primo de Rivera en la estación del Norte de Madrid, en una fría mañana de marzo, cuando regresaba, ya cadáver, de su corto exilio en París, dos meses después de su caída. La sala de espera de la estación se había llenado de flores, y en el centro, rodeado de velas, yacía el viejo general en un catafalco envuelto en la bandera nacional. Arrodillado ante su cuerpo estaba el rey Alfonso XIII con su uniforme de gala, azul y escarlata. Desde la posición en que me encontraba podía ver su rostro. No había ni rastro de emoción en aquella cara, mejor dicho, en aquella máscara, la máscara de un hombre educado para ocultar sus propios sentimientos... Era la máscara de un hombre que pasaba por ser hábil en los asuntos de gobierno, listo y simpático en sus relaciones personales. Cuando el rey y sus ayudantes se marcharon al fin de aquella improvisada capilla, todos pudimos respirar con más desahogo.Buckley, H.: Vida y muerte de la República española (1939).
Texto 12.  “En el verano de 1930 era un hecho cierto, ciertísimo, reconocido incluso por las autoridades del régimen, que la Monarquía se desmoronaba a ojos vistas y pronto se vería obligada a desaparecer. Lo que más importaba era encauzar su sustitución.
Quiénes actuábamos en la vida política con la mirada puesta en el porvenir de España y palpábamos las reacciones, no siempre pacíficas y caritativas, que la visión del próximo porvenir suscitaba en ciertas masas populares, vivíamos bajo la obsesión de llegar cuanto antes a encuadrar las fuerzas políticas y sindicales dentro de un programa previamente madurado, y, además designa a los hombres que habrían de asumir, llegado que fuese el momento, la función de gobernar. [¼] Éste fue el objetivo principal de la reunión de San Sebastián [¼].
Asistieron a la reunión, empezada a las 3 de la tarde del 17 de agosto, las siguientes personas: Alejandro Lerroux por Alianza Republicana; Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Ángel Galarza por el Partido Radical Socialista; Manuel Azaña, por la Izquierda Republicana; Santiago Casares, por la Federación Republicana Gallega; Carrasco Formiguera, por Acció Catalana; Matías Mallol, por Acció Republicana de Cataluña, Jaime Ayguade por Estat Català; Alcalá Zamora y yo por la Derecha Liberal Republicana; Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos, por su propia cuenta, ya que el partido socialista al que pertenecían, no había querido dar su conformidad [¼] en concepto de invitados Felipe Sánchez Román y Eduardo Ortega y Gasset [...] Presidía la reunión, que se celebró en el Círculo Republicano de San Sebastián, el señor Sasiaín, su presidente. Maura, Miguel (1981): Así cayó Alfonso XIII, Barcelona, Ariel, p.70-71.
Texto 13. “Como delegado del  Comité Revolucionario Nacional, a todos los habitantes de esta ciudad y de sus demarcaciones hago saber: Articulo 1º: Aquel que se oponga de palabra o por escrito que coopere o haga armas contra la República naciente, será fusilado sin formación de causa. Dado en Jaca, a 12 de diciembre de 1930”. Capitán Fermín Galán, Jaca 12 de diciembre de 1930.
Texto 14.Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo el amor de mi pueblo. Mi conciencia me dice que ese desvío no será definitivo, porque procuraré siempre servir a España, puesto al único afán en el interés público hasta en las más críticas coyunturas. Un Rey puede equivocarse y sin duda erré yo alguna vez, pero sé bien que nuestra Patria se mostró siempre generosa ante las culpas sin malicia. Soy el Rey de todos los españoles y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas en eficaz forcejeo contra los que las combaten; pero resueltamente quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro, en fratricida guerra civil.
No renuncio a ninguno de mis derechos, porque más que míos son depósitos acumulados por la Historia de cuya custodia me han de pedir un día cuenta rigurosa. Espero conocer la auténtica expresión de la conciencia colectiva. Mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real reconociéndola como única señora de sus destinos.
También quiero cumplir ahora el deber que me dicta el amor a la Patria. Pido a Dios que también como yo lo sientan y lo cumplan todos los españoles. Alfonso. Rey. Manifesto de Alfonso de Borbón el 17 d’abril de 1931.

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